Carlos Andrés Vera | Falsos ídolos
Reconocer a quien ha demostrado valor para cumplir con su trabajo es, simplemente, un acto de responsabilidad
El trabajo de Diana Salazar empezó a resonar con fuerza en la opinión pública antes de que fuera Fiscal General. Fue ella, como directora de la Unidad de Transparencia y Lucha contra la Corrupción, quien investigó el lavado de activos en la FEF en 2016. Ya como Fiscal, la lista de casos emblemáticos que ha liderado es extensa, pero los más importantes son Sobornos, Metástasis y Purga, pues ponen el dedo en la llaga de la corrupción y la narcopolítica en el país.
Por el reconocimiento social que estos y otros eventos le han merecido, algunos la llaman “falso ídolo”. La verdad es que, lejos de convertirse en una ídola, la Fiscal se ha convertido en un blanco. Y eso no puede pasarse por alto.
Los enemigos que su labor ha generado son las mafias más peligrosas del país. La Fiscal debe vivir rodeada de un ejército de seguridad para evitar que la asesinen y, una vez que deje su cargo, será imposible que lleve una vida normal en Ecuador.
La Fiscal no solo ha sido blanco de planes para asesinarla, sino también de una lluvia de infamias, orquestadas por un nutrido grupo de funcionales o afines a la delincuencia organizada. Que “10/20”, que copió su tesis, que no está embarazada, que influye en la justicia, que es jefa de gatilleros, que está controlada por la “mafia mediática”, que es íntima de Aleaga, que está metida en tráfico de influencias… Las calumnias no han parado desde que se destapó el caso Metástasis. Desde entonces, hemos sido testigos de un escarnio público permanente y cobarde, diseñado únicamente para que una serie de delincuentes puedan librarse de sus acusaciones o sentencias, ampliamente conocidas por la ciudadanía.
Si algo tienen los enemigos de la Fiscal es tiempo, recursos y un aparato de infamia gigantesco que no se detendrá hasta verla hundida y ver hundido su trabajo. Sería injusto y cobarde ignorar estos ataques y no asumir una postura pública frente a ellos.
El trabajo de Diana Salazar no la convierte en un ídolo, sino en una funcionaria respetable. Falsos ídolos, aquellos que se niegan a asumir sus responsabilidades, montan campañas de infamia y huyen de la justicia ecuatoriana, escondidos en Bélgica, México o Venezuela.
Reconocer a quien ha demostrado valor para cumplir con su trabajo es, simplemente, un acto de responsabilidad.