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Carlos Andrés Vera: ‘Game Over Democracia’

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Eso demandará un liderazgo, una valentía y una fuerza que lamentablemente no están en el horizonte

Cuando Correa ganó la presidencia en 2006, lo hizo sin candidatos a la Asamblea. Lo justificó en la campaña fijando a la “partidocracia” como el enemigo de la gente, pues el sistema se había puesto al servicio de los partidos y no del pueblo. Tuvo una habilidad única para venderle al país el sueño de una patria que se reconquistaba, y de la mano de esa narrativa consiguió el apoyo de la mayoría para dinamitar el sistema político. Correa tuvo la voluntad y la fuerza para patear todos los tableros y crear así un nuevo orden. El problema es que ese nuevo orden resultó ser una gran estafa, pues no consistió en darle verdadero poder al ciudadano, sino a su partido, y en convertir al Estado en una maquinaria de corrupción sin precedentes.

Desde entonces, nadie ha tenido ni la claridad ni la fuerza para desmantelar ese orden. Moreno lo intentó, pero la pandemia reveló que las mafias estaban sólidamente enquistadas en el Estado. Y luego, las masacres revelaron que en el país mandaba desde hace rato el narco.

Quienes llegaron después a Carondelet pensaron que para poder gobernar había que negociar con la mafia política. Lasso tuvo una oportunidad de oro después de su éxito en la vacunación: ahí debió llamar a la muerte cruzada y buscar una mayoría en la Asamblea. Esperó demasiado, y el correísmo, el PSC y todos sus aliados y brazos en el crimen organizado (evidenciados ya en Metástasis y Purga) se lo comieron. Noboa, jugando a ser bacán, asumió como si gobernar fuera cuestión de hacer un buen tiktok. Meses después, sus primeros aliados políticos, el correísmo y el PSC, lo están devorando. Hoy, el presidente es preso de un aparato público podrido y, por supuesto, de su inmadurez, falta de empatía e incapacidad para rodearse de administradores competentes. Resultado: Ecuador sufre la peor crisis desde los 90.

Resolver seriamente todo este desastre demandará imponer un nuevo orden, y eso solo será posible de la mano de la gente, no de los políticos. Los políticos (salvo honrosas excepciones) no tienen ningún interés en limpiar la casa; su interés es tomársela. El desafío para quien verdaderamente quiera ayudar al país será restablecer una nueva institucionalidad, sin estafar a los ciudadanos. Eso demandará un liderazgo, una valentía y una fuerza que lamentablemente no están en el horizonte. Mientras tanto, estamos en modalidad ‘Game Over Democracia’.