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Carlos Andrés Vera: El genio maligno

Avatar del Carlos Andrés Vera

¿Nos interesa la verdad? ¿Estamos listos para administrarla? ¿Cómo podemos acercarnos a ella?

Hace años realicé un ejercicio para registrar los escándalos político-mediáticos en nuestro país y detecté un promedio de dos escándalos semanales, es decir, ocho mensuales y 86 anuales. Estimado lector, deténgase un momento e intente recordar los últimos diez; casi imposible, ¿verdad?

‘Verdad’. Este es el concepto alrededor del cual he reflexionado en los últimos días, a propósito de la vorágine de agendas, intereses e información a la que estamos expuestos. ¿Nos interesa la verdad? ¿Estamos listos para administrarla? ¿Cómo podemos acercarnos a ella? Primero debemos definir la ‘verdad’. Filósofos han reflexionado sobre esta cuestión durante siglos. Me interesa poner sobre la mesa a René Descartes. Descartes vinculó la verdad con la certeza, afirmando que para que algo sea considerado verdadero debe ser indudable. Para eso propuso lo que llamó “la duda metódica” como herramienta para llegar a la verdad.

En la “duda metódica” (que esencialmente plantea cuestionárselo todo), Descartes introdujo la hipótesis del “genio maligno”, una entidad todopoderosa que podría estar manipulando nuestras mentes para hacernos creer cosas falsas. Llevado a la modernidad, este “genio maligno” es la red social. Cada vez que entramos en la red para consumir información, estamos expuestos a él, cayendo en lo que Byung-Chul Han definió como posverdad, donde los hechos objetivos son menos relevantes que las emociones y creencias personales.

Y aquí estamos, pontificando nuestras emociones alrededor de cada escándalo mediático, sin comprender los hechos objetivos. Flameamos banderas, confrontamos y arrinconamos a otros sin tener un entendimiento claro de lo que estamos haciendo. Abandonar este círculo vicioso requiere dejar de lado emociones y creencias para enfocar nuestra energía en desmenuzar los hechos: analizar minuciosamente cada aspecto de la información para discernir su autenticidad y obtener una comprensión más precisa y completa de la realidad.

Lograrlo demanda un compromiso interno para buscar lo que Descartes llamó “indudable”. Si no estamos dispuestos a emprender esa tarea, no dejaremos de ser meros cachorros sociales, simplemente seguidores de la comidilla de cada escándalo semanal, alimento fácil para el genio maligno.