Premium

Carlos Andrés Vera: Grados de cinismo para ser político

Avatar del Carlos Andrés Vera

Esa condición lo llevó a cometer delitos y provocar graves problemas a su comunidad

En la lista de experiencias que espero no volver a repetir, está el haberme metido en política.

En 2019 fui candidato a concejal de Quito, apoyando la candidatura de Juan Carlos Holguín para alcalde.

Soy grato por esa experiencia, aprendí muchísimo y sin embargo, comprendí también que la política demanda grados de cinismo que no tengo.

Con el tiempo categoricé esos grados y los comparto a continuación.

Político cínico grado uno: se trata por lo general de una persona bien intencionada, con un alto grado de vocación de servicio. Tiene como proyecto de vida la función pública y sin ella, siente que no tiene rumbo. Es una persona honesta, pero para llegar a cumplir su vocación, no repara en darle la mano, sacarse fotos, hacer alianzas y hasta hacer de alfombra de otros políticos que, lo sabe perfectamente, están ahí por beneficio propio y no buscando el bienestar de la gente.

Político cínico grado dos: a diferencia del cínico grado uno, este es más ambición que vocación de servicio. Concibe a la política como una herramienta capaz de mejorar la vida de la gente, pero también la suya propia. Espera que el pueblo le trate como eminencia si hace su trabajo y se rodea de lambones para sostener el poder y los negocios que de él deriven. Como buen cínico, es un camaleón a conveniencia; un día confronta con sus enemigos y al otro transa con ellos. Como buen cínico también, se esmera en convencer a su electorado de que él encarna la solución a los problemas de la comunidad. Disfruta del poder, pero es capaz de reconocer el momento de salir y vivir tranquilo gracias a todo lo cosechado.

Político cínico grado tres: a diferencia del cínico grado dos, este tiene una obsesión patológica con el poder. No puede vivir sin él. Esa condición lo llevó a cometer delitos y provocar graves problemas a su comunidad. En lugar de retirarse o pagar sus penas, se esmera en convencer al pueblo de que debe recuperar el poder para limpiar el cagadero que él mismo provocó.