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Carlos Andrés Vera: La guerra financiera

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La violencia no se va a detener hasta que el Estado golpee el corazón del financiamiento criminal

Termina una semana que empezó con una nueva oleada de violencia. La reacción del Gobierno se ha hecho sentir, con una fuerza pública que ha salido a la calle para recuperar el control temporal de la situación. Si bien el poder táctico del Estado es vital para ganar la que hoy es una guerra declarada, sería ingenuo pensar que la cacería que militares y policías hacen a miembros de distintas bandas basta para salir del problema. Nada de fondo cambiará si el Estado no apunta al corazón del financiamiento del crimen organizado y eso implica ganar la guerra financiera.

Ayer pude participar en un panel en FM Mundo donde el exsecretario de Seguridad, Diego Ordóñez, compartió una anécdota de sus días en el gobierno pasado: cuando solicitó información a la UAFE, esta se demoró tres meses en entregar estados bancarios e información del SRI. Hace unas semanas, el exdirector de la UAFE, Roberto Andrade, señalaba que el monto estimado de lavado de activos que esa institución ha detectado es de unos 285 millones de dólares. Basta ver la cantidad de cocaína incautada el año pasado para comprender que ese monto es una pequeña fracción de todo el dinero que mueve el crimen organizado en el país.

Un experto en seguridad me comentaba que el negocio del narcotráfico no es la venta de droga sino la capacidad de transformar el dinero sucio en dinero limpio. La UAFE evidentemente no cuenta con la capacidad operativa, especialistas ni tecnología para golpear los cimientos de las economías ilegales en la escala que la actual circunstancia demanda.

En el mismo debate, Diego Ordóñez mencionó que se había evaluado un proyecto para robustecer la inteligencia financiera del Estado y que costaba 150 millones de dólares. Ese valor es apenas una fracción de los costos tácticos (logística, capacitación, equipamiento) que implica una guerra. La pregunta es inevitable: ¿por qué no se ha hecho?

La violencia no se va a detener hasta que el Estado golpee el corazón del financiamiento criminal y eso pasa por robustecer los sistemas que prevengan, detecten y acaben con las redes de lavado de activos.