Carlos Andrés Vera: Hágase cargo
Me pregunto entonces si estamos ante alguien que no tiene límites una vez que define a su enemigo
Presidente Noboa, me ha llamado la atención una de sus declaraciones esta semana. En el contexto de una crisis con México, que a la vez fue la antesala de una crisis energética, usted dijo: “Hasta mis mayores críticos y mis peores contrincantes reconocen que soy incansable. Y que soy un pésimo enemigo para tener”. De acuerdo. Ha demostrado ser temible. Si no, preguntémosle a Verónica Abad, Jorge Glas o Andrea Arrobo. Sin embargo, su afirmación plantea interrogantes profundas.
Dios sabrá qué hizo Abad para ganarse su desprecio. Circulan rumores de actos indignantes, pero no hay certeza alguna. Lo cierto es que usted no dudó en despojarla de sus funciones y relegarla a un papel decorativo en una supuesta misión de paz entre Israel y Palestina, lo cual es risible. El problema, presidente Noboa, es que quien la eligió como su compañera de fórmula fue usted.
Fui una de las voces públicas que justificó la incursión de la Policía en la embajada mexicana. Además, dije que una medida tan extraordinaria traería consecuencias que deberían asumirse. En mi opinión, ninguna condena o sanción internacional es peor que someterse al crimen organizado. Ante el dilema de someterse a la delincuencia organizada o capturar a Glas, capturarlo. El problema, presidente Noboa, es que parece que usted recién cae en cuenta de que el correísmo es crimen organizado. Le recuerdo: quien hizo una alianza en la Legislatura con la mafia política liderada por Glas fue usted.
La crisis energética estalló poco antes de que usted asumiera la presidencia y, en buena medida, sus propuestas electorales apuntaban a resolverla. Ante el caos actual, usted ha denunciado a la exministra Arrobo por ocultar información, sabotaje y traición a la patria. Estas son acusaciones gravísimas que tendrán que ser demostradas. Sin embargo, el problema de origen, presidente Noboa, es que la ministra no tenía el perfil adecuado para asumir esa cartera, y quien la designó fue usted.
“Soy un pésimo enemigo para tener”. Le creo. Me pregunto entonces si estamos ante alguien que no tiene límites una vez que define a su enemigo. Y me pregunto también, ¿cuántos más estarán en la fila de aquellos a quienes usted primero da la mano y luego declara enemigos, por el hecho de no hacerse cargo de sus propias decisiones?