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Carlos Andrés Vera: Hay cosas que hacer

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Ecuador sufre una crisis de amor propio y confianza

Hay tres cosas en las que pienso todos los días: mi madre, mis hijos y mi país. A pesar de observar una sociedad extraviada y muchas mentalidades retrógradas, creo que el destino nos bendijo al hacernos hijos de esta geografía, sus culturas y su misticismo. Siento un amor profundo por Ecuador. Sí, aquí la cosa es brava, pero ese es el desafío que nos tocó, la razón por la que estamos aquí. Con eso claro, intento enfocarme en cómo pasar de la queja al cambio, en cómo dejar de ser un testigo para ser un gestor de soluciones. Así, todos los días, procuro ser consecuente con el amor que siento por Ecuador.

No hablo de política. Qué va. El deterioro de la democracia es evidente y el Estado apenas sirve para algo. Ya llegará quien se ocupe y (ojalá) resuelva eso. Mientras tanto, pienso en las cosas que desde la sociedad tenemos por hacer. Por ejemplo, organizarnos para combatir de forma más eficaz la minería ilegal, que es hoy el problema ambiental y social más grave que enfrentamos. También podemos organizarnos para que los barrios peligrosos tengan mecanismos de defensa y, a través del apoyo privado, impulsar actividades como la cultura y el deporte (ejemplos exitosos existen). O contar las historias de las empresas, organizaciones y personas que son referentes y hacen cosas increíbles, a pesar de las dificultades.

Ecuador sufre una crisis de amor propio y confianza. Me preocupa que las circunstancias y la gente mala nos ganen la batalla moral. Entonces intento ser consciente de mi rol en la comunidad. Deseo dar utilidad y sentido a mis acciones. Creo que podemos volver a tener fe en el país a partir de una actitud más proactiva ante los problemas, emulando el camino de muchos referentes que están en todas partes pero, por error, apenas se conocen o destacan.

Para demostrar amor al país, hay cosas que hacer. Tal vez por eso me resulta tan insustancial, tan superfluo, tomarse una parodia del Himno Nacional como si fuera un insulto a la madre y canalizar esa ira en aplausos al poder que, en lugar de acorralar a quienes declaró terroristas, se las toma contra una voz disidente e incómoda, expulsándola del Ecuador.

Qué locura, qué abuso, qué pérdida de tiempo.