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Carlos Andrés Vera | El verdadero legado de Liga

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Desde 2008, el fútbol ecuatoriano ha evolucionado al punto de ser una potencia en Sudamérica

Soy de la generación que en su niñez nunca experimentó la gloria futbolística. Me remonto al pasado tanto como mi memoria me lo permite y lo primero que recuerdo es algún gol de Lupo Quiñónez en Argentina, en algún partido que nuestra selección empató. Más tarde, nuestras mayores glorias fueron las dos finales de la Libertadores conseguidas por Barcelona. No mucho más. Por supuesto, la clasificación de Ecuador al mundial de Corea y Japón en 2002 empezó a cambiar esa costumbre de “jugar como nunca y perder como siempre”, pero aún así, estábamos lejos de lograr algún título internacional. Hasta que en 2008, con la conquista de la Copa Libertadores, Liga de Quito elevó la vara del fútbol ecuatoriano para siempre.

Tuve la fortuna de acompañar a Liga en aquella final. Si bien llegábamos con una ventaja de dos goles, en Río de Janeiro se daba por hecho que Fluminense sería el campeón. Recuerdo el gesto de un hincha del Flu cuando llegamos en un bus de hinchas ecuatorianos al estadio: señalaba el entorno como diciendo “este es el Maracaná, de acá no salen vivos”. El hombre tenía todos los motivos del mundo para sentirse así. Un equipo ecuatoriano en una final internacional parecía entonces más un accidente que un fenómeno real. Lo que pasó esa noche lo sabemos todos y es historia. Sin embargo, a propósito de una nueva final internacional que Liga juega esta tarde, vale reflexionar alrededor de lo que ahí pasó para comprender cuál es el verdadero legado de Liga.

Desde 2008, el fútbol ecuatoriano ha evolucionado al punto de ser una potencia en Sudamérica. Entre Liga e Independiente del Valle, son siete los títulos internacionales que ostentamos. Deportistas de nuevas generaciones y otras disciplinas, como Carapaz o Dajomes, se han vuelto referentes mundiales y tenemos ahora más glorias olímpicas.

El día que Liga ganó la Libertadores, la mentalidad de los ecuatorianos dio un giro. Esa noche, demostramos que éramos capaces de lograr cosas antes consideradas imposibles. ¿Qué nos falta? Comprender que aquel no es solo un legado futbolero. Si emulamos el trabajo y la mentalidad de quienes han logrado la gloria deportiva, mucho mejores días nos esperan como sociedad.