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De Manglaralto a Miami

Avatar del Carlos Andrés Vera

Analizando lo ocurrido el fin de semana pasado, la actuación del SNAI es vergonzosa

Lasso no ganó la presidencia por ser el clásico tarimero, prospecto de nuevo caudillo. La ganó porque logró convencer a un electorado diverso para que el país se encuentre alrededor de un proyecto democrático. El presidente tiene pocos partidarios, pero masas enteras dispuestas a respaldarlo si lidera un gobierno transparente que no ceda a los intereses de mafias políticas que operan para cercarlo y chantajearlo. Esa confianza que se expresó con el voto, es su principal capital. Lo ocurrido con Glas, a ojos de una buena parte del electorado, bien podría dinamitar ese piso.

Analizando lo ocurrido el fin de semana pasado, la actuación del SNAI es vergonzosa. En el mejor caso, esa institución fue negligente. En el peor, cómplice de lo que a todas luces fue una sapada judicial. En una semana muy difícil, los ministros se han esmerado en convencer (sin éxito) a la opinión pública de que no existe un pacto con la mafia política. Si los ministros dicen la verdad, las acciones deben prevalecer por sobre las palabras. A los ojos de este autor, el camino para recuperar la credibilidad perdida y la confianza del electorado, es claro: lo primero es apelar de manera impecable, sin errores. El resultado debería significar el retorno de Glas a la cárcel. El otro paso, tiene relación con el excontralor Pólit.

El Estado ecuatoriano puede y debe enviar una comisión de alto nivel a Estados Unidos aprovechando que Carlos Pólit ha sido acusado y detenido por lavado de activos. En la acusación, el Departamento de Estado argumenta que el excontralor recibió al menos once millones de dólares por desaparecer informes y glosas en casos como Odebrecht y Seguros Sucre. En Miami no se tramitan recursos a medianoche como en Manglaralto y por eso Pólit tendrá que cantar. Una cooperación eficaz entre gobiernos y fiscalías de ambos países puede sacar a la luz lo que acá varias mafias políticas se han esmerado en ocultar.

Ese camino no solo tumbará la sospecha de un pacto, sino que servirá para que la justicia termine sancionando -y no premiando- a los corruptos.