Carlos Andrés Vera | Necesitamos políticos
Administrar el país es administrar la vida de la gente, y eso no puede seguir en manos de sapos o fantoches
Cuando Camilo Ponce asumió la presidencia en 1956, se encontró con que Ecuador sería la sede de la Conferencia Panamericana y ni siquiera existía la infraestructura para recibir a los invitados. No había un salón donde realizar la conferencia, ni terminales decentes en los aeropuertos de Quito y Guayaquil. En lugar de contratar un equipo de ‘marketing’ para diseñar algún eslogan, se puso a trabajar. Durante su gobierno se construyó el edificio de la actual Asamblea Nacional, se amplió y modernizó Carondelet, se construyó el Hotel Quito y la Cancillería, además de los terminales de los aeropuertos de Quito y Guayaquil, y se modernizó la estructura vial de la capital. En menos de cuatro años modernizó al Estado y puso en marcha a Ecuador. Camilo Ponce era un político.
Cuando León Febres-Cordero asumió la alcaldía de Guayaquil en agosto de 1992, una de sus primeras medidas fue cerrar el Municipio durante aproximadamente tres meses. Literalmente, cerró el quiosco y lo puso en orden, ya que la administración estaba sumida en la corrupción y el desorden. Durante ese tiempo, Febres-Cordero revisó contratos, reorganizó al personal, eliminó prácticas de corrupción y estableció un control riguroso sobre los procesos administrativos. Su decisión marcó el inicio de un período que, sin lugar a dudas, transformó la ciudad para bien. Febres-Cordero era un político.
Los verdaderos políticos son esos líderes que ejercen la función pública para beneficiar a la gente. Los malos políticos, o ‘políticos de a perro’, son aquellos que entran a lo público para hacer el dinero que son incapaces de ganar honestamente, ver su foto colgada en un salón y beneficiar a su club de amigos.
Necesitamos liderazgo real que resuelva problemas reales. Pensaba en esto a propósito de la audacia del actual gobierno al seguir usando el eslogan “El nuevo Ecuador resuelve” en su publicidad, mientras el país entero se cae a pedazos en medio de una crisis que parece mucho más grave que la de la pandemia.
Ecuador no es un juguetito, no es un capricho. Administrar el país es administrar la vida de la gente, y eso no puede seguir en manos de sapos o fantoches.
Necesitamos políticos.