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Carlos Andrés Vera | Oscuridad

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Por Fernando, estamos llamados a brillar.

Ayer se cumplió un año del asesinato de Fernando Villavicencio. Mucho se dirá a propósito del aniversario de esta tragedia, siendo la necesidad de que se haga justicia -sancionando a los autores intelectuales- el punto más importante.

Estos días he intentado reflexionar sobre cómo honrar a Fernando y he observado con más profundidad lo que han debido enfrentar sus seres amados. He pensado en sus hijos. He pensado en su esposa. He pensado en su madre, sus hermanos y sus amigos más cercanos. Al intentar ponerme en sus zapatos, me abruma una sensación de profunda oscuridad.

Eventualmente perderemos a quienes amamos. Es la ley de la vida. Enfrentar una pérdida como la de una madre o un padre está entre las pruebas más difíciles que el destino nos depara. Sobrellevarlo demanda aceptación, apoyo y conciencia. Si la vida nos es noble, aprendemos a honrar a nuestros muertos replicando y ampliando su legado. Se convierten en parte de nuestra vida y universo. Eso es lo deseable, lo saludable, lo normal. ¿Pero cómo se hace cuando a tu padre lo asesina una red criminal? ¿Cómo se vive un duelo cuando los victimarios se hacen pasar por las víctimas? ¿Cómo lidias con el cinismo de un puñado de canallas empeñados en desfilar su miseria? ¿Cómo se sana una herida cuando la justicia parece eludir lo de fondo? ¿Cómo te mantienes a flote cuando te ponen frente a frente con la red criminal, un poder que parece intocable, que se burla de tu tragedia?

No me lo puedo ni imaginar. Es la oscuridad, oscuridad profunda, la que han debido enfrentar los seres que amaron a Fernando Villavicencio. Y, sin embargo, ahí están, peleando.

¿Cómo honrar entonces al amigo? Cerrando filas alrededor de sus seres amados. Con empatía, con presencia. Con respeto. Recordándoles que no están solos, que somos miles, cientos de miles -millones tal vez- los que también demandamos verdad. Llegar a la verdad demandará militancia, valor, memoria y resiliencia, pero, sobre todo, demandará invocar nuestras mejores cualidades, la luz que hay en nosotros: amor, fe y claridad.

Por Fernando, estamos llamados a brillar.