Carlos Andrés Vera: La piscina de Vilma
La piscina de Vilma es sencillamente una expresión brutal de incoherencia, cobardía e infamia
Han pasado casi dos años desde que Fernando Villavicencio hizo pública una de las fotos más icónicas de la política moderna: la piscina de los tetones. Lo sabemos ahora: Fernando firmó su sentencia de muerte. Metástasis reveló que a partir de esa publicación Jordán y Norero planificaron su asesinato. Desde entonces, esa imagen tiene una gigantesca carga simbólica, porque ahí se baña la narcopolítica ecuatoriana. Esa mafia fue valientemente combatida por Villavicencio. Pagó con su vida. Hoy, esa mafia es denunciada por la fiscal Diana Salazar, que se juega el pellejo todos los días. Vilma Vargas piensa otra cosa.
Vilma Vargas (conocida también como @vilmatraca) es una caricaturista que observa el mundo desde una perspectiva antipoder y su estilo le ha merecido un lugar en la opinión pública. No es una fanática que hace dibujos. Es una mujer inteligente y talentosa, identificada por lo general con el feminismo y las causas sociales. Justamente por eso, a este servidor le cuesta entender la versión de la piscina de Vilma, una caricatura publicada hace pocos días donde -además de a otros personajes- Vilma ilustró a la fiscal siendo tomada por el tobillo por Ronny Aleaga, en franca actitud de coqueteo y complicidad.
Está claro que una caricatura no es para tomársela literal, pero alguien tiene que señalar la dimensión de esta infamia. Al meter en la piscina a la fiscal, Vilma Vargas inequívocamente la pone al nivel de las mafias. Pretende cambiar el significado de la piscina y convertir a la fiscal en parte de la camorra criolla. Para Vilma es lo mismo Diana Salazar que Jordán, Diana Salazar que Aleaga. No sólo son lo mismo: @vilmatraca se monta encantada en la narrativa de Aleaga, que sugirió tener grados de “intimidad” con la fiscal, en una postura que cualquier feminista llamaría “violencia política de género”. Si alguien se sintió feliz con esa ilustración es Ronny. ¿Cabe alguna duda?
Qué cómodo, qué fácil es no pararse en ninguna vereda y simplemente señalar a todo el mundo como parte del crimen organizado, empezando por quien abiertamente lo combate. Eso no es audacia ni antipoder. La piscina de Vilma es sencillamente una expresión brutal de incoherencia, cobardía e infamia.