Carlos Andrés Vera | Pobres víctimas
¿Qué podemos hacer? Promover una cultura de responsabilidad y resiliencia, empezando por nosotros mismos
Es cada vez más insoportable y común ver a políticos y funcionarios refugiarse en el victimismo para eludir responsabilidades o manejar la crítica. Esta táctica, que consiste en declararse blanco de campañas de acoso, desvía la atención de los asuntos verdaderamente importantes: su desempeño como gestores de cambio y su capacidad para asumir con éxito las tareas que se les han encomendado. Esta estrategia no solo erosiona la confianza pública en las instituciones, sino que también enmascara la falta de competencia y la mediocridad de quienes la emplean.
El victimismo no se encuentra solo en el ámbito político, sino que es un reflejo de una tendencia cada vez más amplia en la cultura moderna. Basta con mirar las redes sociales: son todas unas pobres víctimas. En una sociedad donde tanta gente se declara el blanco de alguien más, las auténticas víctimas del sistema y la sociedad pasan a un segundo plano. Se banaliza y prostituye la condición de víctima, convirtiéndola en una herramienta de manipulación emocional y distracción. En lugar de abordar problemas estructurales y sistémicos, la sociedad se sumerge en melodramas superficiales que no abordan los problemas de fondo.
Este comportamiento, asqueroso para la esfera pública, evidencia una postura errada ante la vida. El victimismo no es más que la manifestación de la incapacidad para asumir la adultez y las responsabilidades inherentes a ella. Detrás de esta actitud se esconde una persona mediocre, incapaz de enfrentar sus propios fracasos y de aprender de ellos. En lugar de buscar soluciones y asumir un papel activo en la mejora de su entorno, el victimista se refugia en la autocompasión y el resentimiento.
¿Qué podemos hacer? Promover una cultura de responsabilidad y resiliencia, empezando por nosotros mismos. Reconocer y apoyar a las verdaderas víctimas, aquellas que sufren injusticias y abusos reales, y diferenciarlas de quienes utilizan el victimismo como una estrategia para evitar rendir cuentas o como manifestación de una patología que debería ser tratada en un consultorio en lugar de una red social. A los que se montan en el papel de pobres víctimas, desenmascararlos y hacerlos a un lado. Vayan a llorar en su casa. Tenemos problemas serios, que demandan asumir nuestras responsabilidades con madurez y valentía.