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Carlos Andrés Vera | El ring tóxico

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Bajarse del ring tóxico implica replantearse quiénes son rivales de nuestra sociedad y cuáles deben ser nuestras batallas

Mal que lo diga, pues he caído en la trampa de la polarización miles de veces. O tal vez bien que lo diga yo, que he caído en esa trampa miles de veces. Hay que bajarse del ring tóxico en que nos seguimos enfrascando. En el de la polarización política, pues la batalla tiene resultados devastadores: personas con valores y objetivos comunes nos enfrentamos como enemigos, cegados por banderas de partidos o figuras que priorizan agendas personales o criminales por encima del bienestar colectivo. En medio de la bronca, perdemos la capacidad de diálogo y el enfoque en esos temas que merecen la pena abanderar.

Bajarse del ring tóxico implica replantearse quiénes son rivales de nuestra sociedad y cuáles deben ser nuestras batallas. Para eso no cabe juzgar a los líderes por su ideología, sino por su probidad pública, capacidad de transformación y la ética con que ejercen y han ejercido sus liderazgos. También cabe apoyarlos en aquello que se hace en favor del bien común, pues resulta casi imposible gobernar si cada decisión tomada viene con escándalo y complot. Ecuador no va a surgir con un gobierno de izquierda o derecha, pragmático o populista, sino con funcionarios públicos eficaces, determinados y honestos, reflejo de una sociedad consciente y militante, pues la política no deja de ser su reflejo.

¿A quiénes enfrentar, a quiénes dar batalla? A los que buscan el poder para su propio beneficio. A los que lo cooptan, lo compran o lo venden. De esa especie vienen en todas las formas y colores: políticos, miembros del crimen organizado, malos funcionarios, malos dirigentes y malos ciudadanos. Rivales de nuestra sociedad son, en esencia, quienes carecen de ética, quienes han encontrado en la corrupción su ‘modus’ vivendi. A partir de esa premisa, la batalla que estamos llamados a emprender es contra la sapada, el abuso, la corrupción, en cualquiera de sus formas. La ética empieza en lo cotidiano: exigir, participar, denunciar son nuestras herramientas.

Definidos rivales y causas, hay que subirse al ring nuevamente, unidos por todo lo que tenemos en común. La pelea no puede seguir siendo entre ecuatorianos flameando falsas banderas, pues tenemos al país en la lona. La pelea es por nosotros, por lo que nos une, no por lo que nos separa. Y es en el ejemplo que nuestras prácticas proyectan donde se concentra nuestro poder transformador. Primer paso: bajarse del ring tóxico.