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Carlos Andrés Vera | Volver a la ironía

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En estos días estamos expuestos a muchos ladridos y muy poca inteligencia

Eroll Morris es, a juicio de este autor, el mejor documentalista vivo. Sus películas abordan temas trascendentales, con un dominio del lenguaje cinematográfico que lo sitúa al nivel de los grandes maestros de la historia del cine, como Fellini u Orson Welles. Además, Morris es usuario activo de la red social X (anteriormente conocida como Twitter) y, como es de esperar, una persona extremadamente inteligente. Ayer, Morris publicó un tuit que me dejó reflexionando. Esto fue lo que dijo: “X se ha convertido en una zona libre de ironía. El lenguaje sin ironía no es mucho mejor que el ladrido de un perro”.

Un buen amigo solía decir que solo la gente inteligente sabe utilizar la ironía. No se puede estar más de acuerdo.

La ironía permite expresar pensamientos críticos sin necesidad de una confrontación directa. Mientras las palabras significan algo en la superficie, el contexto o el tono sugieren lo contrario o algo más profundo. Estas capas de significado fomentan la reflexión, el análisis y la interpretación. En un entorno sin ironía, el lenguaje se vuelve directo, literal, empobrecido. Y esta es la dinámica a la que estamos expuestos en redes sociales, especialmente en los días previos a una campaña electoral.

En estos días estamos expuestos a muchos ladridos y muy poca inteligencia.

En su tuit, Morris hace una referencia indirecta a El arte de tener razón, de Arthur Schopenhauer.

En esta obra, Schopenhauer profundiza en las técnicas empleadas en los debates para ganar argumentos, sin importar cuál sea la verdad. Sostiene que la lógica no es suficiente para ganar una discusión, especialmente cuando se trata de oponentes que buscan derrotar a sus adversarios a cualquier costo. Es a esto a lo que Morris alude cuando habla de ladridos y de X como una zona libre de ironía.

Quienes frecuentamos el debate público en redes sociales estamos llamados a romper ese círculo simplón, básico, alejado de la inteligencia y la ironía. Casi todos hemos caído en ese círculo, en ese error. Sin embargo, un mínimo de nobleza exige hacer todo lo posible por recorrer o retomar el camino hacia la verdad, evocar nuestras virtudes más profundas e ignorar el terreno al que nos quieren llevar los perros.