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Breve recuento de eventos

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Si no actúa con total contundencia, los sapos que se le han metido terminarán manchándolo a él.

Mientras escribo esta columna, Fiscalía informa sobre el allanamiento a varias personas involucradas en el caso que han llamado Encuentro. Con plena conciencia, la fiscal Salazar dinamita lo que hasta ayer fue el eslogan del Gobierno y envía un mensaje político, convirtiendo lo que fue un concepto movilizador, en una palabra que probablemente quede por años vinculada a la corrupción. Supongo que no es eso lo que tenía en mente el presidente Lasso cuando a inicios de esta semana conminaba a la Fiscalía a investigar las denuncias publicadas por La Posta. La fiscal Salazar fue más allá y terminó dinamitando el eslogan del Gobierno. Tremendo puñetazo.

Entre el pedido del presidente Lasso para investigar y la acción de Fiscalía, empezó el circo de la Asamblea. Habrá que ver si en esta ocasión los socialcristianos finalmente se alinean con la agenda golpista que hace rato y por múltiples medios promueve el correísmo. En los hechos, ninguna red de corrupción que involucre al presidente ha sido demostrada, ni por el periodismo ni por la Fiscalía. Sin embargo, se cocina ya en la Asamblea un nuevo intento de golpe de Estado por la misma gente que puso a Ronny Aleaga -abandonado ahora sí a su suerte por sus compañeros- a presidir el pleno. Así son. Ayer uno de los tetones de la piscina les dirigía. Hoy son ellos la reserva moral de la patria.

Desde que el Gobierno asumió el poder, múltiples sectores de la sociedad le urgieron a barrer las estructuras de corrupción que dejaron los gobiernos anteriores enquistados en el Estado. Fue ese precisamente, el mandato del proyecto que catalogaron como el del Encuentro. Si personajes como Leonardo Cortázar mantuvieron grados de influencia casi dos años después de que el Gobierno entró en funciones es porque contó con la complicidad de los nuevos funcionarios. El presidente ya no puede afirmar que no existe corrupción en su gobierno. No solo que existe sino que llegó -al menos- a funcionarios con rango de ministro. El presidente tiene ahora que ser implacable con quienes traicionaron su confianza y el mandato de honestidad y decencia que fue clamor en la última elección. Si no actúa con total contundencia, los sapos que se le han metido terminarán manchándolo a él.