Ni Correa ni Bukele

El gran desafío de Lasso será mantenerse fiel a sus convicciones democráticas mientras reduce eficazmente los índices de violencia
La crisis de seguridad que estremeció al país la semana pasada polarizó (como siempre) el debate. Por un lado, Correa con su ecosistema digital y político promovió la destitución del presidente como la solución al problema del crimen organizado. En paralelo, el PSC publicó un comunicado que reprodujo un tuit de Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Copy-paste del tuit de Bukele, ni una palabra más, ni una palabra menos. Respecto a seguridad, Correa y Bukele sacan pecho por los resultados de sus mandatos, con índices bajos de violencia. Sin embargo, ambos modelos merecen una mirada más profunda.
Durante el correísmo, una cadena de eventos benefició al crimen organizado. A saber: políticas que acogieron los postulados de las FARC, al punto de emitir cédulas ecuatorianas en el campamento de Angostura. Vino después el desmantelamiento de la UIES, unidad de inteligencia de la Policía que combatió con éxito al narcotráfico. En paralelo, se expulsó a la base de Manta y nuestros cielos estuvieron ocho años sin vigilancia. Fue en ese período que el narcotraficante Gerard (a quien los colombianos llamaron el Pablo Escobar ecuatoriano) creó su imperio sin obstáculos. Sus lugartenientes fueron los cabecillas de una banda que hasta ese entonces era solo una pandilla de delincuentes comunes: Los Choneros. Sin resistencia, el narco se tomó Esmeraldas y Manabí. Sí, hubo bajos índices de violencia.
Bukele, nuevo vocero del PSC, se ha hecho con el control total del Estado para imponer su ley. En el camino, ha menospreciado principios como el respeto a los derechos humanos y la libertad de expresión. Sus enemigos no son solo las pandillas que dice combatir, sino también los derechos humanos y la prensa. Si alguna lección nos trae la historia, es que modelos como ese cometen todo tipo de abusos que son expuestos con el tiempo.
Ni pactar con las mafias, ni cometer abusos de Estado. Ni Correa ni Bukele. El gran desafío de Lasso será mantenerse fiel a sus convicciones democráticas mientras reduce eficazmente los índices de violencia. Su posición demanda una claridad y coherencia que otros gobernantes no han mostrado. Complejo, pero debe estar a la altura.