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Estas cosas pasan

Avatar del Carlos Andrés Vera

Es imposible no preguntarse: ¿quién financia esas operaciones?

Desde 2006 en que documenté el exterminio de los pueblos ocultos del Yasuní, he conservado especial interés por conflictos donde chocan el Estado (o distintas industrias) con la realidad de culturas indígenas y los páramos o selvas que habitan. Asimismo, los años me han permitido ser testigo de un actor especialmente manipulador, pocas veces mencionado y sin embargo muy presente en las dinámicas de las comunidades: las ONG.

Salvo honrosas excepciones, se ha creado un importante mercado para personajes que lucran de la pobreza de las comunidades. He visto proyectos de desarrollo de cientos de miles de dólares cuyos montos son mayoritariamente gastados en salarios de antropólogos, sociólogos, mediadores comunitarios o lo que fuere, que no reparan en obtener vehículos nuevos y dietas generosas para capacitar a un grupito cuya realidad al final del día es exactamente la misma. He visto ‘especialistas’ en todo tipo de tonterías que asumen el rol de representantes de las comunidades y desde ahí pretenden controlar lo que se hace o no en esos lugares. Estos ‘especialistas’, además, intentan imponer doctrinas marxistas en muchas comunidades. ¿La paradoja? Su salario lo pagan EE. UU. o países europeos cuyos modelos de democracia y desarrollo nada tienen que ver con el neo marxismo onegeista. Recientemente, fui testigo del caso más cruel que he visto: hace pocos días, tres miembros del grupo autodenominado guevarista fueron condenados por trata de personas. Sus víctimas fueron humildes indígenas que acabaron contra su voluntad en un campamento de las FARC. Los acusados contaron con más de una decena de abogados, financiados por ONG de ‘derechos humanos’. Es imposible no preguntarse: ¿quién financia esas operaciones? ¿Saben los aportantes que su dinero financió la defensa de unos delincuentes? ¿Saben que en lugar de promover derechos humanos defienden a grupos vinculados a las guerrillas colombianas? Inaudito, pero sí, estas cosas pasan. El tema merece inmiscuirse en los detalles de una vez por todas. Son muchos años ya, donde el dinero destinado a fortalecer procesos sociales o democracias es malgastado por un grupete de sinvergüenzas acostumbrados a lucrar de la desgracia de los más pobres.