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Es una guerra

Avatar del Carlos Andrés Vera

Los dirigentes sociales y políticos deben resolver diferencias y canalizar sus demandas a través del diálogo y la sensatez

Recién en 2018, Guacho nos dio alguna noción de la situación en la que el país está inmerso. El fantasma del narcotráfico permeó a la sociedad y al Estado por más de una década y la violencia estalló cuando las cabezas del poder político cambiaron la dinámica de cooperación con el crimen organizado, por una de confrontación. Es una guerra. La guerra ya no solo es entre bandas criminales y el Estado, sino que nos afecta a todos, gracias a los altos índices de violencia e incertidumbre. Así debemos entender la realidad actual y comprendiendo ese contexto estamos llamados a reaccionar.

La protesta de la que hemos sido testigos estos días pretende dividir al país. A través de una estructura bien organizada para la violencia y la adhesión de miles de idealistas dispuestos a cumplir su papel de tontos útiles, esperan acabar con la moral de la mayoría de ciudadanos, obligados a rendirse por miedo a violentos agitadores, como si sus problemas no fueran ya suficientes. Las tácticas, las conocemos desde Octubre de 2019. Es inevitable entonces preguntarse, ¿quién gana con todo esto?

Leonidas Iza se esmera en construir su plataforma política desde el radicalismo y la insensatez que le caracterizan. En pocos años hizo que la Conaie pase de ser un referente de lucha social a uno de caos y vandalismo. Ninguna comunidad indígena ha prosperado ni logrado condiciones de vida más dignas bajo su liderazgo. Quien sí ha mejorado sus condiciones -por supuesto- es él, que en su esmero por paralizar a una buena parte del país, distrae a Fuerzas Armadas y policía de sus misiones más relevantes. Por detrás -qué duda cabe- las mafias de la minería ilegal y el narcotráfico le agradecen sus servicios.

Esta guerra debería ser librada por el Ecuador, unido contra el narcotráfico. Los dirigentes sociales y políticos deben resolver diferencias y canalizar sus demandas a través del diálogo y la sensatez. Ante oídos sordos del Estado, la protesta es una alternativa legítima, pero no lo es el terror ni el caos. Quien promueve la violencia y el miedo hace el papel de peón o tonto útil del enemigo más peligroso que ha enfrentado el país en toda su historia