Premium

Hay que desconectar

Avatar del Carlos Andrés Vera

Hay que desconectar. Es urgente y nadie lo hará por nosotros

Hasta hace muy poco, la publicidad -que suele ser un reflejo de los estereotipos coyunturales- nos mostraba al padre de familia leyendo el periódico en el desayuno. Hace menos de una década, el hábito era informarse consumiendo noticias en horarios comúnmente asociados a la comida: por la mañana, al mediodía o por la noche. A eso le llamábamos la era de la información. Las redes sociales cambiaron para siempre esa dinámica y en la presente era digital consumimos información todo el tiempo. Nunca la especie humana ha estado expuesta a un fenómeno de esa naturaleza.

La era digital vino con consecuencias que aún no hemos aprendido a manejar. Las de menor gravedad tienen relación con la veracidad y calidad de la información. Hoy, cualquier cuenta en redes con algún número de seguidores ya se considera un ‘medio’. Las noticias falsas o descontextualizadas se viralizan sin ningún tipo de filtro y las tribus modernas amplían sus manadas con gente cada vez más ignorante. Sí, es grave. Pero más grave es lo que sucede fuera del radar con nuestra personalidad y nuestro cerebro.

Las consecuencias de mayor gravedad son invisibles a simple vista: exponemos nuestra mente a una rágafa interminable de malas noticias, noticias falsas, ideologías de cartón y una polarización que no solo nos aleja de la sensatez y el conocimiento, sino que deteriora nuestra salud mental. Tanto, que ya existe un término para el consumo excesivo de noticias negativas: ‘doomscrolling’.

Hay que desconectar. Es urgente y nadie lo hará por nosotros.

Desconectar significa revisar nuestros hábitos para consumir información en horarios específicos. Significa filtrar nuestras fuentes para consumir solo aquello que tenga valor y credibilidad. Significa abandonar el inmediatismo y nutrirnos con historia, arte y cualquier tipo de conocimiento que nos enriquezca. Significa volver a lo importante de forma consciente, o ver la vida pasar pegados a una pantalla.

La publicidad moderna ya no muestra al padre de familia abriendo el periódico. Muestra a generaciones enteras asumiendo el hábito de vivir en sus teléfonos reaccionando con ‘likes, shares y emojis’ a la toxicidad y la irrelevancia.

Hay que desconectar.