La inquisición digital

Así como existen las guerras mal llamadas santas, también es cierto que durante milenios los códigos inculcados a través de la religión han permitido que tengamos una convivencia cada vez más civilizada.
Estos tiempos de inmediatez y ruido extremos han permitido que un fenómeno antes marginal sea hoy uno creciente: la desafiliación religiosa. Se trata de la ruptura de un creyente con su religión y ocurre principalmente en los jóvenes. Yo soy una de esas personas. Me alejé del catolicismo con el que fui criado cuando empecé a tener conciencia sobre atrocidades cometidas en el nombre de Dios durante siglos, algunas de ellas vigentes en la modernidad. Sin embargo, quien renuncia a la fe está llamado a llenar un importante vacío, y es ahí donde buena parte de la sociedad fracasa.
Así como existen las guerras mal llamadas santas, también es cierto que durante milenios los códigos inculcados a través de la religión han permitido que tengamos una convivencia cada vez más civilizada. Por ejemplo, la historia de Caín y Abel en el libro del Génesis no pretende establecer una verdad histórica sino transmitir valores universales. Poco importa si Caín y Abel existieron, importan las reflexiones a las que invita su relato, y giran alrededor de las consecuencias de la codicia, el odio y la traición. Si las religiones y sus relatos pierden espacio, ¿cuáles son los nuevos códigos morales que adopta la sociedad moderna? La respuesta parece encontrarse en donde más hierve el debate público: las redes sociales.
Y es ahí donde todo parece irse al carajo.
Hoy, causas necesarias como los derechos de las mujeres, el cuidado del ambiente, la protección a los animales o la no discriminación, se han convertido en excusa para una tarea poco noble: el adoctrinamiento de justicieros sociales que desde la frivolidad e ignorancia propias de una cultura basada en la inmediatez promueven nuevos dogmas. Estos nuevos ‘ismos’ poco a poco se han convertido en religiones modernas pero -contrario a las religiones tradicionales- nunca se dieron el trabajo de desarrollar códigos morales que faciliten la convivencia entre distintos. La nueva moralidad parece asentarse en principios tan elementales como el todo vale por un ‘like’, no importa si algo es falso mientras me dé razón y la cancelación y repudio al que no repita al pie de la letra las consignas de mi doctrina.
Bienvenidos pues a la inquisición digital.