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Luz y movimiento

Avatar del Carlos Andrés Vera

Luis, en el momento más duro de su vida, con la salud comprometida, lidiando con un sistema inhumano de salud, jamás dejó de aferrarse a la vida con el valor que le dictaba el alma.

Cuando vi con detalle su catálogo de fotografías, experimenté esa suerte de vivencia mística que sucede cuando una expresión artística proyecta el alma del autor.

Las fotos de Luis Mariño honran nuestra geografía y a las personas que habitan en ella, retienen el viento del páramo, la brisa del mar.

Paisajes retratados sin artificios, sin falsas pretensiones, proyectan la belleza en su estado natural y sugieren quién es la persona detrás del lente.

Como muchos, conocí su historia a través de las redes sociales.

Luis Mariño fue diagnosticado con cáncer de estómago dos años atrás.

Como muchos también, emprendió esa lucha contra el cáncer -lo que él llamaba una especie de sentencia de muerte- realizando fotografías de otras personas que, como él, libraban la misma batalla.

Fue hacia el final de ese camino que tuve el honor de conocerle.

Quería comprarle una de sus fotografías y debía yo elegir la obra, el formato y el tipo de impresión.

Elegí la imagen de un caballo y su jinete.

El obturador de la cámara se disparó justo en el momento en que la figura del animal atravesaba el sol. El resultado es luz y movimiento.

Luis, en el momento más duro de su vida, con la salud comprometida, lidiando con un sistema inhumano de salud, jamás dejó de aferrarse a la vida con el valor que le dictaba el alma.

Jamás renunció a ser una persona productiva, útil a sus hijos y su familia, pese a todos los obstáculos.

Admiré en silencio esa tenacidad e intenté nutrirme de ella.

Poco después, Luis falleció.

A veces, nos abrumamos por tonterías.

A veces, nos ahogamos en vasos de agua.

A veces, alguien tiene que irse para recordarnos la fortuna que tenemos.

Todos los días miro y pienso en mi fotografía. Luis está ahí, invitándome a ser luz… y a mantenerme en movimiento.