La mafia política

Dos asambleístas se reúnen con el ex contralor, hoy prófugo, en un café de Miami.
Estimado lector, nada de lo que diré en esta columna es verdad.
Disculpe si además, la historia es un enredo. Yo tampoco la entiendo pero en esta fría noche quiteña he sentido la imperiosa necesidad de contarla, pues hay cosas que deben decirse, así no sean verdad.
Dos asambleístas se reúnen con el ex contralor, hoy prófugo, en un café de Miami. Discuten una estrategia para tumbar al presidente de la República. ¿En qué consiste el plan? Solo ellos lo saben. ¿Qué los ha motivado a elaborar el plan? Que en meses previos, Fiscalía realizó un allanamiento en la casa de un personaje hasta entonces, intocable: el abogado del patriarca de su partido. ¿El motivo del allanamiento? Su rol en alguna red de corrupción vinculada con otro excontralor, solo que ese sí está preso.
¿Qué tiene que ver con eso el presidente de la República como para maquinar su caída? Solo ellos lo saben, pero me atrevo a incurrir en el terreno de las conjeturas: el partido necesita, de manera urgente, que la relación de fuerzas cambie.
Como pocos, ellos entienden muy bien que esta selva se gobierna desde Contraloría. Las cabezas del partido han perdido ese poder y últimamente deliran con la sensación de que por todos lados les persiguen, pues circula información. Mañana muchas cosas se podrían saber. ¿Qué tipo de cosas? Esas del SUCRE y sus empresas especializadas en lavado, por ejemplo. Esas del ISSPOL y toda la plata que se llevaron, por ejemplo.
Resulta que en su cálido paraje, bien acostumbrados estaban a operar fuera del radar de las autoridades y la Fiscalía. No contaron sin embargo, con el radar de la embajada. ¿Y ahora?
Ahora hay que tumbar al presidente.
Si aquello demanda aliarse con la camorra de la otra vereda, habrá que hacerlo. Si principios tan abstractos como “democracia”, “Estado de Derecho” o “Decencia” corren peligro, poco importa. Primero, la mafia política. Luego, todo lo demás.
Ellos lo saben.