Presidente: desclasifique todo

Los secretos deben ver la luz. Ecuador no puede darse el lujo de seguir construyendo un futuro a base de espejismos
Todos los sistemas de justicia en el mundo tienen casos de personas condenadas por crímenes que no cometieron. Por lo general, se trata de casos complejos, donde los condenados son sospechosos por indicios razonables que en el camino terminan siendo mal interpretados. En esos eventos, el sistema falla al no poder llegar a la verdad, condenando a un inocente. Eso es una cosa. Pero lo que pasó en el caso de Galo Lara y Carolina Llanos, es otra muy distinta.
Carolina Llanos estuvo 8 años en prisión y Galo Lara 4, por un delito en donde fueron involucrados por motivos políticos, con "evidencias" ridículas. No es que el sistema de justicia falló. Llanos y Lara estaban condenados antes de ser juzgados. Para que algo así suceda, el sistema debe ser secuestrado. Fiscales, jueces y autoridades que llegan a las más altas instancias del Estado, deben convertirse en cómplices y encubridores de una operación cuyo objetivo es aniquilar la vida de otras personas.
Habría sido imposible determinar esto si no fuera porque Lenín Moreno desclasificó algunos documentos de la desaparecida Senain. Con ellos se demostró el operativo político para involucrar a Lara y Llanos en la masacre de Quinsaloma. Lamentablemente, muchos de los secretos más oscuros que puso en práctica el Estado aún no ven la luz. Eso debe cambiar ya, presidente.
Hay otros casos donde se atribuyeron delitos a personas inocentes, como el de Diego Vallejo, hoy asilado en Estados Unidos. Hay también esquemas de corrupción cuyos detalles han permanecido en secreto por años, como la trama detrás de los créditos chinos y la preventa petrolera. Está el caso de David Romo, donde el rol de la Policía y las autoridades de gobierno recuerda al de los hermanos Restrepo. La lista es larga. La mafia política, una. Y la necesidad de traer verdad, absoluta. Los secretos deben ver la luz. Ecuador no puede darse el lujo de seguir construyendo un futuro a base de espejismos, en donde los responsables de la debacle institucional que vivimos terminen como los redentores de la historia de terror en que ellos mismos nos metieron.