El reto de seguir siendo humano

Los buenos deben hacerse sentir para recordarnos a todos que este sigue siendo un lugar lleno de gente por el que vale la pena luchar
Cómo estarán de mal las cosas en su país que esta chica de 23 años abandonó la isla con su bebé en brazos, sin que nadie más le acompañe. Desde Surinam tomó una ruta que la trajo a Quito. Sé de rutas donde cubanos atraviesan la selva brasileña y luego la peruana para entrar por Nuevo Rocafuerte (río Napo, en la frontera del parque nacional Yasuní) a Ecuador. Sé también que para la mayoría de migrantes cubanos el viaje no termina acá, sino que luego contratan a coyoteros para que los lleven a EE. UU., en un viaje con zonas de terror como la selva colombiana o la frontera mexicana, donde mafias de la extorsión acechan sus pertenencias y su vida. En las condiciones de un migrante ilegal, el viaje es una pesadilla. Para una madre sola, sencillamente no me lo puedo imaginar. La vi pidiendo dinero en la esquina de las NN. UU. y 6 de Diciembre. Tuvimos una conversación muy breve. Me dijo que era ingeniera contable y me contó su ruta para llegar aquí. Me propuse ayudarla. Cuando volví para buscarla, ya no estaba. Lancé un trino en Twitter, contando su historia y cerré con: “¿Será que podemos ayudarla?”. En contadas oportunidades, Twitter me ha servido para encontrar un empleo o ayudar a personas en situaciones similares. Las respuestas que suelo recibir son en su mayoría de solidaridad. En esta ocasión no fue así. Leí respuestas en la línea de “que se regrese a su país”, “busca primero ayudar a los ecuatorianos”, “acá hay madres ecuatorianas sin empleo”. Tanto cinismo me hizo reflexionar alrededor de una frase que se repite en el debate público con frecuencia: tenemos el país que merecemos. ¿Realmente es así?
Cómo estarán de mal las cosas en nuestro país que siendo migrantes nos estamos volviendo xenófobos. No es necesario explicar por qué esa madre merece no solo ayuda sino respeto. Más allá de la toxicidad propia de redes sociales como Twitter, son tiempos donde las dificultades ponen a nuestra sociedad tan a la defensiva, que olvidamos asuntos elementales como que antes que ser ecuatorianos somos humanos. Resulta que hoy el reto es conservar nuestra humanidad, pese a todo. Para eso sería de gran ayuda que la gente buena, la responsable, esa mayoría que aún conserva su capacidad de empatizar y conmoverse, se haga notar con mucho más fuerza en la sociedad. Los buenos deben hacerse sentir para recordarnos a todos que este sigue siendo un lugar lleno de gente por el que vale la pena luchar.