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¿De qué sirve hacer historia?

Avatar del Carlos Andrés Vera

Es doloroso mirar atrás y concluir que hacer historia no sirvió para nada

Han pasado solo dos años, ¡quién lo diría! Debo confesar que la votación de Pachakutik para la conformación de la actual Asamblea me provocó especial ilusión, sin estar alineado yo con su ideología política. Es que vamos, en 2017 habían obtenido apenas dos asambleístas, pero en 2021 se convirtieron en la segunda fuerza legislativa, con veintisiete legisladores. Junto a la no menos sorpresiva votación de la Izquierda Democrática, pensé que estábamos siendo testigos del surgimiento de la izquierda que tanto necesita el Ecuador, una que se aleje de las prácticas mafiosas, que juegue en una cancha democrática y, sobre todo, que trabaje por las clases más vulnerables, teniendo como norte la promoción de los derechos civiles y la justicia social. Esa fue, después de todo, la voluntad del electorado que puso a Pachakutik en su cumbre. Se hizo historia. ¿Y luego?

Y luego nada.

A través de Guadalupe Llori, perseguida política del correísmo, Pachakutik tuvo la presidencia de la Asamblea en alianza con el oficialismo. El mensaje era poderoso y esperanzador: una amazónica desde el Legislativo y un guayaquileño desde el Ejecutivo, tumbaron el plan de quienes desde ese momento y hasta hoy, son inseparables: socialcristianos y correísmo. PSC y UNES, inventores y perfeccionadores de la política que no necesitamos: la del caudillismo donde el juego es cooptar poder para beneficiar al que sea, menos al electorado. La política donde el juego es repartirse el Ecuador para que a pocos les vaya bien y a muchos les vaya mal. Ni Pachakutik ni el Gobierno comprendieron la oportunidad que dejaron escapar.

Si hacer historia hubiera servido para algo, esa alianza le habría dado balance a esa visión tan cerrada que ha tenido el Ejecutivo, donde poner las cuentas en orden provocó el descuido de lo social. Si hacer historia hubiera servido, los legisladores de Pachakutik habrían empujado la agenda social que tanto claman sus electores: una que lleve la atención del Estado al campo, una que sea más equitativa en el manejo de las cuentas fiscales y una que reparta la riqueza a los más necesitados. Ese balance, esa visión, fueron el clamor de la última elección y motivo de ilusión para muchos, entre los que yo me contaba.

Es doloroso mirar atrás y concluir que hacer historia no sirvió para nada.