Terrorismo: ¿cuál es el consenso?

Lo segundo es definir qué rol juega el Estado (no solo el Gobierno) y qué rol jugamos los ciudadanos y la sociedad civil para que podamos recuperar la paz que merecemos. Sin consensos, imposible salir de esta.
En las décadas que ETA aterrorizó España con atentados terroristas, la clase política tenía un acuerdo tácito: el terrorismo no sería utilizado como arma política. Y es que más allá de los aciertos o errores de varios gobiernos para enfrentar con éxito a esa organización, primaba un consenso: el enemigo era el terrorismo, no el Estado. El tema -evidentemente- era tan delicado, que los líderes políticos estaban éticamente llamados a que prime la sensatez para guiar a la sociedad hacia soluciones que le brinden paz al país. Se puede afirmar que la mayor parte de la sociedad española, Estado y ciudadanos, enfrentaron unidos al terrorismo. Ecuador es la otra cara de la moneda.
Esta semana, Guayaquil y Esmeraldas han vivido noches de terror. Mientras escribo esta columna circulan en redes amenazas de distintas bandas al Gobierno, producto de traslados que el Estado ha realizado en el ámbito penitenciario. Una serie de asesinos enmascarados hablan de corrupción y amenazan con una guerra si el presidente no hace lo que ellos le exigen. ¿Cómo reacciona la clase política? Pide cabezas de ministros, acusa al Gobierno de ser cómplice del terrorismo y -por supuesto- capitaliza el estado de zozobra para ver si arrancan algunos votos en las seccionales. Hasta ahora este autor no ha visto ninguna declaración de ningún líder político llamando a la unidad para combatir al crimen organizado y mucho menos una condena abierta y frontal al narcotráfico. ¿De qué lado están?
Hay que decirlo una vez más: la falta de eficacia del Gobierno para combatir el problema de inseguridad conlleva el pago de una factura cuyo costo es ya muy alto. Demasiado alto. Ya no tienen efecto los anuncios. La sociedad demanda resultados y está en su pleno derecho a exigirlos. Sin embargo, de esta no saldremos como país sin una serie de consensos. El primero debería ser tener claro quién es el enemigo. Y el enemigo -evidentemente- es el crimen organizado. Lo segundo es definir qué rol juega el Estado (no solo el Gobierno) y qué rol jugamos los ciudadanos y la sociedad civil para que podamos recuperar la paz que merecemos. Sin consensos, imposible salir de esta.