Carlos Emilio Larreátegui: Edmundo González, doctor ‘honoris causa’
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No es casualidad que la universidad más prestigiosa del mundo, Harvard, tenga como lema la palabra ‘Veritas’
La semana pasada, en un acto solemne, la Universidad de las Américas otorgó a Edmundo González, presidente de Venezuela, el doctorado ‘honoris causa’. Esta distinción, la más alta concedida por una universidad, no solo reconoce su trayectoria, sino que también subraya el papel fundamental que las universidades, públicas y privadas, están llamadas a desempeñar en una democracia.
En 2007 el chavismo sufrió una contundente derrota en uno de sus proyectos más ambiciosos: el referéndum que buscaba, entre otras cosas, declarar a Venezuela como un Estado socialista. Un factor clave para el fracaso fue el movimiento estudiantil que, respaldado por las universidades, se organizó contra la dictadura. Este episodio permitió al chavismo identificar la amenaza que representaba una universidad libre para su proyecto autoritario. Ante ello, el régimen lanzó una ofensiva para debilitar la autonomía académica y crear instituciones paralelas sometidas a su yugo. Esa estrategia se replicó rápidamente en la región, incluido Ecuador, bajo la bandera del Socialismo del Siglo XXI, con la imposición de reglas asfixiantes que coartaban el funcionamiento de las universidades.
Después de las instituciones democráticas, la universidad es, quizás, la entidad más crucial para preservar la democracia y el Estado de derecho. Su labor indagatoria de la realidad, alejada de las presiones del poder político y económico, la convierte en un contrapeso esencial. Además, la universidad ofrece un espacio de intercambio para trazar un camino de consenso hacia el progreso, aunque a veces este se distinga de las ambiciones del gobierno de turno.
No es casualidad que la universidad más prestigiosa del mundo, Harvard, tenga como lema la palabra ‘Veritas’, que, en latín, significa verdad. Es justamente a través de la búsqueda de la verdad que las universidades se erigen como guardianas de la democracia. Ante las amenazas autoritarias que soportan las sociedades contemporáneas, exijamos a la academia que cumpla con esta función y defendamos su autonomía frente a los peligros que constantemente la acechan.