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Carlos Emilio Larreátegui: Educación para el progreso

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Aprovechemos la oportunidad para repensar el sistema de educación superior y construir un mejor futuro

El inicio de un nuevo periodo presidencial y legislativo representa una oportunidad única para emprender reformas estructurales que permitan a Ecuador avanzar hacia una economía más dinámica y un Estado más eficaz en generar oportunidades, en especial para los sectores más vulnerables. Una de las áreas más urgentes de transformación es la educación superior, pilar del desarrollo humano y de la competitividad nacional. Este sector necesita una reforma profunda que aborde tres frentes: ampliación del acceso, fortalecimiento del vínculo con el sector productivo e innovación en sus áreas y formatos de estudio.

El acceso ha sido históricamente una de las principales demandas de la juventud ecuatoriana, pero las respuestas estatales han sido esporádicas y dispersas. La inversión pública en educación superior no ha tenido un enfoque claro y muchos recursos se han diluido sin una mejora sustancial en cobertura y calidad. Además, se ha instaurado una visión limitada de la educación superior, centrada exclusivamente en la universidad tradicional, cuando muchos jóvenes podrían beneficiarse del acceso a carreras tecnológicas, hoy subvaloradas. Sumado a ello, los rígidos formatos de estudio hacen inviable la combinación de estudio y trabajo, lo que afecta a muchos estudiantes potenciales que dependen económicamente de su labor.

Por otro lado, las universidades han perdido conexión con el entorno productivo. No hay espacios efectivos de diálogo con los empleadores ni mecanismos para convertir la investigación en innovación aplicable. Esto impide que la educación superior sea un verdadero motor de desarrollo.

Finalmente, la regulación excesiva frena la capacidad de las universidades para adaptarse. El mundo cambia rápidamente y se necesitan carreras más flexibles, programas cortos, híbridos o digitales, y una oferta que se ajuste a los cambios de la economía. Para lograrlo se requiere no solo voluntad institucional, sino también un marco legal que permita esta transformación.

Aprovechemos la oportunidad para repensar el sistema de educación superior y construir un mejor futuro.