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Carlos Emilio Larreátegui: Educación vocacional para el futuro

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En Ecuador es tarea imperativa que empresa, academia y Estado articulen una iniciativa de largo plazo por la educación

Los bolsillos de los ecuatorianos tienen débiles costuras. Nuestras exportaciones no son de mayor valor agregado, lo cual nos vuelve frágiles ante la competencia y, como ya lo vimos en la tormenta perfecta de 1999, vulnerables ante los vaivenes de la economía mundial. Preocupa, en particular, nuestra dependencia en el petróleo, el cual representó en 2023 el 7 % de nuestra economía y un 8% de los ingresos del Estado.

Ante esta realidad, urge un pacto por la educación que le permita a la formación vocacional contribuir al desarrollo productivo del país. Esta ofrece un camino prometedor para la capacitación de nuestros jóvenes brindando, al mismo tiempo, una herramienta poderosa para la inclusión y el florecimiento de la clase media. Así lo ha hecho Alemania, que por más de 50 años ha empujado la formación vocacional como pilar de su desarrollo. Con el Estado como mero facilitador, academia y empresa colaboran en la formación de jóvenes altamente capacitados. El resultado es formidable: Alemania tiene una de las tasas de desempleo juvenil más bajas del mundo: apenas 6 %. Más cerca a nuestra realidad está el ejemplo de Costa Rica que, a través de esta instrucción y un marco jurídico estable, ha conseguido mejorar su talento y lograr que su principal producto de exportación sea insumos médicos. Asimismo, Costa Rica hoy se posiciona como actor clave en el ‘nearshoring’ con la producción de semiconductores, industria de altísimo valor agregado. El año pasado, Intel, gigante de este sector tecnológico, anunció una inversión de USD 1.200 millones en el país centroamericano.

En Ecuador, la educación vocacional, o técnica-tecnológica como se la conoce aquí, está lejos de contar con lo necesario para convertirse en ese motor de cambio social que ha sido en otros lugares. El régimen actual deja mucho que desear; la regulación es inadecuada y el sector privado, salvo contadas excepciones, brilla por su ausencia. En Ecuador es tarea imperativa que empresa, academia y Estado articulen una iniciativa de largo plazo por la educación vocacional.