Carlos Alfonso Martínez | El desafío de los desconocidos
En los comicios seccionales, el protagonismo recaerá en la generación Z, un segmento emergente del electorado
La proliferación de candidatos desconocidos en el escenario político ecuatoriano se ha convertido en un tema recurrente en conversaciones sociales. Se escucha con frecuencia que la mayoría de los aspirantes presidenciales carecen de reconocimiento público y que muchos de ellos apenas lograrán superar el 1% de los votos. Esta situación refleja una triste realidad, producto de una legislación electoral que, lejos de ser moderna y funcional, se muestra caduca y obsoleta. Es urgente replantearse la necesidad de financiar candidaturas desde instituciones públicas.
Más alarmante aún es la situación de los candidatos a la Asamblea. La gran mayoría de ellos son completamente desconocidos para el electorado. ¿Qué se puede esperar de personas que no han establecido un vínculo con la ciudadanía, que evitan entrevistas en medios imparciales y carecen de un historial político que respalde su capacidad? Este escenario dificulta que los ciudadanos puedan emitir un voto consciente e informado.
En Ecuador, desde hace varios años, el acto de votar se ha reducido a una decisión binaria: apoyar o rechazar el correísmo. La política nacional parece haberse resumido a este enfrentamiento ideológico, dejando poco espacio para un análisis profundo de propuestas o méritos individuales. En este contexto, el posible desenlace de las elecciones parece predecible: si Daniel Noboa llega a la segunda vuelta, su victoria parece casi asegurada. Sin embargo, este resultado no se basa en un mérito político intrínseco, sino en una lógica reactiva: “Voy a votar por cualquiera que no sea del partido de Rafael Correa”.
Si bien las elecciones presidenciales actuales no presentan grandes sorpresas, el panorama podría cambiar significativamente en los próximos procesos, particularmente en las elecciones seccionales. En estas, el protagonismo recaerá en la generación Z, un segmento emergente del electorado compuesto por jóvenes que crecieron durante una pandemia mundial y enfrentaron una crisis eléctrica sin precedentes.
Estos ciudadanos, formados en un entorno digital y habituados a la inmediatez de la información, tienen valores y preocupaciones distintas. Muchos no vivieron los triunfos ni los fracasos de gobiernos pasados; las obras del correísmo, por ejemplo, no forman parte de su memoria colectiva y, al mencionarlas, es probable que recurran a “San Google” o a “ChatGPT” para informarse. Se proyecta que este grupo representará cerca del 40% del padrón electoral, lo que abre la puerta a dinámicas completamente nuevas en el ámbito político.
Es en ese contexto donde las elecciones futuras prometen ser más interesantes y desafiantes, planteando la necesidad de un sistema político que realmente conecte con los valores y expectativas de este nuevo electorado.