Premium

Carlos Alfonso Martínez: Estabilidad de cristal

Avatar del Carlos Martinez

Vivimos en un país sin un rumbo claro, con un costo de vida cada vez más alto

La carrera electoral ha comenzado, aunque todavía faltan ciertos candidatos y actualmente contamos con unos cuantos provisionales, los ciudadanos ecuatorianos ya podemos asumir que estamos en plena campaña electoral. La mayoría de ellos son principiantes y decepcionantes. De hecho, todos resultan decepcionantes en alguna medida. Ningún candidato o lista genera afinidad y algunos incluso solo generan sorpresa.

¿Realmente alguien conoce a estos candidatos? Como dice un refrán, no son conocidos ni en su propio hogar.

Las próximas elecciones me generan por eso un profundo hastío y apatía.

Escuchar a un grupo de desconocidos tratando de convencernos de su honestidad, de que merecen nuestra confianza y de que les otorguemos nuestro voto resulta desalentador.

Si a los 34 años me siento así, no puedo imaginar cómo se sienten las personas de 50 años o más, observando un país en ruinas, cada día más inseguro, triste y desolado. Un país donde los ciudadanos desconfiamos de nuestros funcionarios públicos, fiscales, jueces y asambleístas; donde cada día surgen nuevos casos de corrupción que siguen asombrándonos, a pesar de que ya no deberían hacerlo.

Recientemente, escuché a una dama de apellidos históricos en Guayaquil quejarse de Martín Pallares y Roberto Aguilar por no rendir tributo al presidente Noboa. La única reacción que me provocó fue vergüenza, desprecio hacia esa clase social guayaquileña, y más hacia quienes aún creen que el tener un apellido conocido les confiere algún tipo de estatus especial.

Vivimos en un país sin un rumbo claro, con un costo de vida cada vez más alto y un mercado laboral que está en constante decrecimiento.

La ilusión de estabilidad y soberanía se desmorona.

Ojalá aprendamos a ser más críticos con todos nuestros funcionarios públicos, sin importar el cargo que ocupen.

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde, pero lo que realmente he perdido es la paciencia y el interés por escuchar a oportunistas que solamente buscan su beneficio propio.