Carlos Martínez: Declive de los partidos políticos tradicionales
Es imperativo dejar de subvencionar campañas políticas sin perspectivas reales de éxito
Este domingo 9 de febrero el Ecuador vivirá un momento histórico: la posible debacle de numerosos partidos políticos tradicionales.
Obtener como resultado una votación menor al 4 % en una elección de presidente de la República no es solamente un revés político, sino una vergüenza. Resulta inadmisible entonces, ante la consecución de porcentajes tan ínfimos, que estas campañas electorales sigan siendo financiadas con recursos públicos, en un contexto en el que dichos fondos se necesitan con urgencia para poder atender necesidades prioritarias.
Es en verdad desalentador observar cómo figuras políticas de antaño han caído en la irrelevancia, mientras que -sin embargo de ello- nuevos aspirantes emergen sin lograr consolidarse ante el electorado.
El panorama electoral actual nos invita a hacer una profunda reflexión sobre la necesidad de reformar la legislación en esta materia.
Es imperativo dejar de subvencionar campañas políticas sin las menores perspectivas reales de éxito, ya que ello representa no únicamente un derroche de recursos, sino también una distorsión del sistema democrático.
Más allá de quién resulte electo presidente -si las encuestas que se publicaron esta vez no se equivocan, Daniel Noboa obtendría la victoria en una sola vuelta-, la composición de la Asamblea Nacional será un factor determinante en la gobernabilidad.
La cuestión central radica en si el nuevo mandatario contará con una mayoría legislativa suficiente que le permita impulsar su agenda o si deberá pactar con la Revolución Ciudadana -RC5- para asegurar estabilidad política.
Surge entonces la incógnita sobre cuáles serán las exigencias de dicho movimiento político para brindar su respaldo, especialmente considerando que los dos tercios de la Asamblea son cruciales para aprobar reformas fundamentales o bien para viabilizar mociones de censura.
Ojalá estas elecciones transcurran en un ambiente de paz y civismo, y que los ecuatorianos, una vez conocidos los resultados, podamos mirar hacia el futuro con mayor optimismo, estabilidad y prosperidad.