Carlos Martínez| Desinformación: peligro real para la sociedad
...la amenaza que representa para una sociedad poco preparada, mal informada y manipulable
La semana pasada asistí a SipConnect en Miami, una reunión anual donde se exploran temas tecnológicos y la evolución de la industria de los medios de comunicación. Este año las conferencias se centraron predominantemente en la inteligencia artificial, sus ventajas y peligros. Sin embargo, me gustaría enfocar la atención en un aspecto específico: la desinformación. Durante un día de conferencias se discutió ampliamente cómo esta representa un peligro real para la estabilidad de un país y para la economía global. Un ejemplo claro fue el atentado contra Donald Trump. En los 30 minutos posteriores al incidente se generaron más de 600 noticias y teorías sobre las causas del atentado. Medios de comunicación desconocidos publicaron noticias que fueron rápidamente aceptadas como verídicas y compartidas en redes sociales. Algunas teorías de conspiración estaban tan bien elaboradas que incluían imágenes, videos, material explicativo e incluso testimonios de testigos presenciales. Con el paso de los días muchas fueron desmentidas y perdieron fuerza, pero el fenómeno subraya el peligro de la desinformación y la amenaza que representan ante una sociedad poco preparada, mal informada y manipulable. Reflejo de ello es que la frase “me informo por redes” se ha vuelto cada vez más común.
Los medios tradicionales y serios comparten un activo crucial: la credibilidad. Sin ella estamos condenados a la desaparición. El prestigio de un medio de comunicación es fundamental para su supervivencia. No obstante, la lucha contra la desinformación no es solo responsabilidad de los medios de comunicación, sino también de los consumidores de información.
Es esencial que los individuos desarrollen un sentido crítico hacia la información que consumen y comparten. La alfabetización mediática debe ser una prioridad, promoviendo la capacidad de evaluar la veracidad de las noticias y reconocer fuentes fiables. Pero es improbable que los gobiernos se involucren activamente en esta labor, pues una sociedad manipulable y poco informada puede resultarles más conveniente.
En conclusión, la desinformación es un desafío crítico que requiere un esfuerzo conjunto entre medios de comunicación y ciudadanos. Solo con educación y la promoción de una cultura de verificación y escepticismo saludable podemos aspirar a una sociedad mejor informada y más resiliente frente a las falsedades.