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Carlos Martínez: No podemos perder cuatro años más

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Lo más complejo en la vida es tomar decisiones, pues luego debemos ser consecuentes y asumir

Recientemente tuve una conversación con un amigo español, profesor universitario, quien me compartió su visión sobre la evolución de la universidad y las capacidades de los docentes. Me habló de cómo se están redefiniendo los planes de estudio, de las nuevas metodologías de enseñanza, de los perfiles que se busca en los profesores, entre otros aspectos. El mundo está en una constante transformación; resulta realmente asombroso lo que hoy en día se puede lograr con un teléfono móvil, cómo se han optimizado tareas y procesos que hace tan solo cinco años eran impensables.

Ahora, con el inicio de la campaña electoral en Ecuador, no puedo dejar de reflexionar sobre nuestra condición como país. Somos, en gran medida, un país reactivo. No existe una planificación a largo plazo ni la capacidad de proyectarnos más allá de unos pocos meses. Hay ocasiones en las que ni siquiera somos capaces de planificar con una visión a un año. Nuestros gobernantes parecen limitarse a apagar fuegos, sin una estrategia de desarrollo definida en los sectores económicos clave.

Es fundamental que seamos más exigentes a la hora de ejercer nuestro derecho al voto.

Es mucho más fácil destruir que construir, y resulta más sencillo recurrir a la creación de nuevos impuestos o al aumento de los existentes, que buscar soluciones innovadoras y sostenibles para generar nuevas fuentes de ingresos.

La incertidumbre predomina, y las certezas son escasas. Como bien dijo Mahatma Gandhi: “El futuro depende de lo que hagas hoy.” Este principio debe guiarnos el día en que tomemos la decisión de nuestro voto. ¿Qué deseamos para nosotros como ciudadanos, como ecuatorianos?

Lo más complejo en la vida es tomar decisiones, pues luego debemos ser consecuentes y asumir, con serenidad y madurez, si nuestras elecciones fueron acertadas o erróneas. No obstante, debemos actuar con la mayor responsabilidad y objetividad posible.

No podemos darnos el lujo de perder cuatro años; el país no tiene ese tiempo, y nosotros, como sociedad, tampoco. Debemos proceder con cautela y no dejarnos llevar por promesas efímeras ni por temores infundados.