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Carlos Martínez: Reflexión al cierre de 2024

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En Ecuador existen miles de corazones que creen en el país, que confían profundamente en que 2025 será un año de promesas

Al llegar a la última semana de este año nos encontramos con una inevitable pregunta: ¿qué esperar de 2025? No obstante, antes de apresurarnos a buscar respuestas, sería prudente detenernos y recordar una sabia palabra de la Escritura que nos ofrece consuelo y dirección: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis”, Jeremías 29:11. Este versículo nos recuerda que aunque los caminos de la vida no siempre sean claros ni fáciles, hay un propósito divino de bien que trasciende nuestro entendimiento.

A lo largo de 2024, un año marcado por desafíos de diversa índole -económicos, sociales y de seguridad-, hemos sido testigos de las adversidades que, lejos de derrumbarnos, nos han fortalecido como sociedad y como nación. Hemos aprendido, adaptado y persistido.

No deseo que esta reflexión se convierta en una lista de quejas. Ya se ha hablado bastante sobre ello a lo largo del año. Hoy quiero compartir un mensaje de esperanza y optimismo. En Ecuador existen miles de corazones que creen en el país, que confían profundamente en que 2025 será un año lleno de promesas, de desafíos, sí, pero también de oportunidades y de crecimiento en todos los ámbitos de nuestra vida colectiva.

Hace unos días un columnista de este diario me compartía: “Este ha sido un año muy arduo, pero tengo la convicción de que el próximo será uno de crecimiento, de avances sustanciales”. Esa convicción es la que debemos alimentar, y la clave para ello radica en rodearnos de personas que comparten ese espíritu positivo, que no sucumben al pesimismo ni a la desesperanza, sino que eligen creer, con fe renovada, que el futuro puede ser más brillante.

La fe y la esperanza son poderosas aliadas. Si bien el futuro es incierto y muchas veces impredecible, podemos elegir cómo lo enfrentamos. Hoy elijo la esperanza. Estoy convencido de que 2025 será un año de nuevos comienzos, de oportunidades frescas, de cambios transformadores que nos harán más fuertes y unidos como sociedad.

Es momento de renovar nuestra confianza en Dios, en nosotros mismos y en los demás. Con fe, cualquier obstáculo puede superarse; con esperanza podemos construir el futuro que anhelamos.

Que 2025 sea un año de crecimiento, paz y prosperidad para todos. ¡Juntos lo lograremos!