Gracias, Efraín
Hoy no pretendo culpar a nadie, ni recordar que hace un año nos arrebataron a un ser humano noble y bueno y aún no hay respuestas. Solo quiero honrar su memoria y decirle gracias por regalarnos vida
Este podría ser un texto triste. Frustrante. Rabioso. Pero esta vez, 365 días después de la noticia que conmocionó al país, he preferido recordar a Efra como lo que fue: un hombre lleno de sueños y virtudes, con un talento inigualable, que siempre quiso encontrar al amor de su vida y tener una familia como la suya, como Nachita y Toñito.
No es casualidad que haya tenido en mi cabeza a Nachita. Sigo sintiendo esa presión en el pecho cada vez que pienso en esa mujer llena de fortaleza que amaba a su hijo como solo una madre sabe amar. He pensado en Alejandra, una mujer resiliente, con un temple ejemplar, que ha logrado transmitir calma en medio de una tormenta de dudas.
He pensado en los amigos del alma de Efra -y cuando digo del alma no me refiero necesariamente a la gente mediática- sino a los de verdad, a los que Efra llamaba en los tiempos malos. A los que han sentido día a día su ausencia.
También pienso en la vida y cómo queremos vivirla, pienso en lo repentina que puede ser la muerte y en el legado que construimos mientras estamos en este plano terrenal.
Efra era eso: vida. Porque mientras pude compartir con él alrededor de cinco años, él inyectaba alegría, quería comerse el mundo entero, tenía todas las ganas de hacer, crecer, inventar, atreverse. Por eso siempre he dicho que nos topamos en el camino cuando ambos nos necesitábamos: él buscaba una pantalla luego de salir de un canal y yo buscaba el reemplazo para conductor de un matinal.
El profesor Cachimundo enamoró a todo el cerro allá por esos años. Desde ese día, Efra nunca más salió del programa. Mientras él demostraba su talento con los personajes que caracterizaba, yo decía tenemos que hacer algo más… luego vino nuestra primera serie -digo “nuestra” porque era la primera que él protagonizaba y la primera que yo dirigía-. Así pasa confirmó que ambos podíamos lograr lo que nos propusiéramos. Después llegó el teatro y Macho que se respeta solo nos hizo convencernos de que el límite era el cielo. Hasta un musical nos mandamos, Engrapados, hubo muchas cosas en las cuales caminamos de la mano.
Por eso, Efraín fue en mi vida mucho más que un compañero de trabajo. Fue desafío y es gratitud. De él aprendí que nuestras inseguridades se superan cuando estamos dispuestos a burlarnos de nosotros mismos, que nuestros miedos terminan cuando los aceptamos y que los sueños se cumplen si realmente trabajas para lograrlo, que las oportunidades llegan y que hay que atreverse a tomarlas.
En la vida de muchos, Efra fue risas, momentos memorables y amor.
Hoy no pretendo culpar a nadie, ni recordar que hace un año nos arrebataron a un ser humano noble y bueno y aún no hay respuestas. Solo quiero honrar su memoria y decirle gracias por regalarnos vida, gracias por tus días intensos, por tu creatividad, por tu sonrisa. Gracias por pintar la vida de colores en los días grises, gracias por las ocurrencias, gracias por el Taita, Lorenzo, Cachimundo y tantos más. Gracias por habernos dado tanto de ti, aunque nos faltó tiempo.