César Febres-Cordero Loyola| Por la boca muere el pez
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Un grave error, sobre todo cuando su contraparte no se ha adueñado de la victoria
Mudos y desorientados, así cerraron la noche del domingo muchos de los partidarios del Gobierno. Por su lado, el presidente Daniel Noboa decidió suspender la celebración que tenía programada y se retiró sin dar declaraciones, algo que debemos reconocer que no es muy extraño de su parte. La noche en que decretó el estado de guerra interna, Noboa no apareció, sino que prefirió enviar a sus ministros y generales a lidiar con la prensa, mientras que después de su victoria en la consulta de abril prefirió festejar a puertas cerradas y no pronunciarse más que con un mensaje en redes mostrando a su “equipo ganador”, porque el discurso de la “goleada” llegaría después. En esta ocasión, el presidente decidió esperar hasta el día siguiente para publicar un breve comunicado en redes, y salió el martes recién a dar una entrevista desde el Palacio de Carondelet.
Con esa actitud reservada y pausada, que en otros momentos ha podido parecer confianza o desentendimiento, el presidente-candidato ahora más bien exhibe el desánimo de un competidor derrotado o por lo menos decepcionando de los resultados. Un grave error, sobre todo cuando su contraparte no se ha adueñado de la victoria: un tarimazo de rigor y una ráfaga de tuits parte del líder exiliado y del dodo de Wall Street no son precisamente lo que llamaríamos una vuelta olímpica. Noboa perdió entre el domingo y el lunes el chance de golpear a sus rivales, quienes nunca han sabido administrar las derrotas, y de renovar los ánimos de sus seguidores.
Sin embargo, no podemos decir que el verdadero error de Noboa se dio después del cierre de las urnas sino mucho antes. En su intento de captar el voto útil y de poner a dudar al correísmo, los noboístas promovieron la idea de que su objetivo era ganar en primera vuelta y que, de hecho, ese era el resultado inminente. Después de eso y habiendo sacado a lo mucho una victoria apretada, cualquier celebración rimbombante se hubiera percibido fuera de lugar. De esa forma, Noboa desperdició la oportunidad de salir a decir que él había logrado lo antes impensable, llevar al correísmo al balotaje en segunda lugar, algo que solo su padre había podido lograr.