César Febres-Cordero: Una no es como las demás
Son tiempos demasiado azarosos como para sumar a esa lista al azar
Tres ofrendas trajeron los magos de Oriente, sin pedirle nada al Niño. Papá Noel reparte sus regalos incluso donde no le dejan leche ni galletas. Daniel Noboa viene con once sorpresas, pero primero necesita un dictamen favorable en la Corte y un rotundo sí en las urnas. ¿Quién puede culparlo? En esta crisis no se puede andar regalando cosas.
Es que nuestro pobre presidente no tiene mucho capital político. Más bien necesita recaudar más y por eso viene a ofrecernos un intercambio. Nosotros le decimos que sí y él nos dice que ahora sí resucitará el Ecuador, como un ave Fénix roja entre las llamas o como las haciendas verdes y amarillas antes de la cosecha.
Tan poco tiene para gastar que estas preguntas no las quiere pasar por la Asamblea, donde parece que no le quedan favores sueltos. Allá todo es intercambio, y siempre en secreto, como si fuera una eterna cena navideña. ¿Quién sabe qué regalos raros le pedirán los legisladores? Hay que compadecerse del hombre, que pensaba que todo era cartón y avena.
Una pregunta en particular, la de los casinos, hace pensar que en este juego de tú me das y yo te doy hay más jugadores, escondidos. No es que no sabemos qué pareja les toca, sino que es un misterio quiénes son. Pero están ahí, pues no hay otra forma de explicar que en vez de un bloque de preguntas económicas, que hubieran podido cruzar por los intereses de empleados y empleadores, haya solo una y tan particular.
No ofende que nos vuelvan a preguntar sobre algo decidido. Sixto lo hizo con los independientes. Es una decisión del electorado en las mismas condiciones, luego de un sano intervalo, distinto a lo que algunos quieren hacer con la extradición. Lo que extraña es el momento.
¿Por qué usar esta oportunidad en el momento en el que ganar es fácil para algo tan poco importante para la economía? ¿Quién se hará cargo de que los casinos, atractivos para el crimen organizado, no se vuelvan herramientas de lavado?
El Estado está tan desbordado que no puede controlar los lavaderos que se esconden a plena vista en farmacias, proyectos inmobiliarios y equipos de fútbol. Son tiempos demasiado azarosos como para sumar a esa lista al azar.