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César Febres-Cordero: Al año nuevo yo le pido

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

A este año que empieza le imploro que nos traiga valentía

Empieza el segundo cuarto de este siglo, cuando muchos que aún están entre nosotros pensaron que viviríamos entre la Tierra y el espacio, que andaríamos en carros voladores y que ya habríamos conquistado al hambre y la enfermedad. Pero en el Año del Señor 2024 más bien padecimos, como muchas veces en el siglo pasado, cortes de luz, estados de excepción y malestar económico. El año que partió nos deja como herencia las heridas, aún abiertas, de una violencia que no cesa y que todavía se nos hace extraña para un país que en una época confiadamente se consideró a sí mismo una ‘isla de paz’.

Ahora que, a pesar de todo, celebramos o intentamos celebrar, permitámonos dejar de analizar por un momento. Soñemos y elevemos un petitorio para que se nos conceda por fin un año feliz o un milagro más grande todavía, la capacidad necesaria para hacer de este un mejor año.

A este año nuevo yo le pido que en sus propósitos el alcalde de Guayaquil y el presidente de la República incluyan perdonarse el uno al otro, que dejen a la justicia hacer lo suyo propio, y que trabajen juntos por salvar a una ciudad que se hunde entre el río y el estero.

A este año que nace le ruego que, más que agua, llueva sabiduría del Cielo, para que tengamos un plan energético bien hecho y consensuado entre los políticos como un plan país, y así no debamos apagarle la luz a unos para que la tengan otros.

Encima de todo, a este año que empieza le imploro que nos traiga valentía: a los empresarios, para que no se acobarden frente al poder ni se pasmen ante la incertidumbre electoral; a los políticos, para que sepan llamar a las cosas por su nombre y no se guarden las crisis incipientes como un secreto, ni escondan los crímenes bajo su responsabilidad en campañas de difamación o boletos de avión; a los comunicadores, para que recordemos que si no defendemos nuestra su propia libertad, la sociedad entera puede perderla, y antes nosotros habremos perdido cualquier dignidad (menos la que compartimos con el peor delincuente); a los policías y militares, para que pongan su juramento por encima todo; y, así, a todos y cada uno en lo que les toque y la necesiten.