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César Febres-Cordero | Carrillo, Zapata y la censura legislativa

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El problema más evidente está en la inconsistencia

La papeleta ya va tomando forma y vemos cómo rostros familiares, no siempre de feliz memoria, se vuelven a asomar. Con su retorno, algunas historias se repiten. Tal es el caso de Juan Zapata, ministro del Interior bajo Guillermo Lasso y ahora uno de sus candidatos de cabecera.

Igual que su antecesor en el ministerio, el también policía Patricio Carrillo, Zapata fue censurado por la Asamblea Nacional, y producto de aquello sufrió la inhabilitación de ejercer cargos públicos por dos años. Pese a esa prohibición, a Carrillo se le permitió ser candidato, aunque luego no pudo asumir su curul, y bajo ese precedente Zapata espera lograr lo mismo, seguramente con la expectativa de poder asumir el cargo una vez fenezca la sanción.

La peculiar situación de este par de caballeros de la paz en retiro, que han cambiado el tolete y el trucutú por el micrófono y la tarima, y que en ese cambio se han encontrado del otro lado de la ley y de una de sus múltiples formas de castigo, nos invita a examinar la legislación vigente.

El problema más evidente está en la inconsistencia: pueden ser candidatos, pero no pueden ejercer un cargo si resultan electos. Para eso hay dos soluciones: o bien limitar la inhabilitación a los cargos de designación, de forma en que se siga evitando que se eluda la destitución de un ministro por medio de otro nombramiento, o bien prohibir en el mismo plazo de dos años la inscripción de una candidatura.

Ahora que se ha reiniciado el juicio contra la fiscal Salazar, resalta otro aspecto raro de la norma. Las censuras requieren solamente de la mayoría absoluta de la Asamblea para su aprobación, excepto en los casos de los ministros de Estado, consejeros de la Judicatura y miembros de la Función Electoral, en los que se necesita de dos tercios de los votos. ¿Por qué blindar así a los ministros, al mismo nivel que a los guardianes de la justicia y de las elecciones, y por encima de cargos poderosísimos como los de contralor o fiscal? Esto es sin duda parte del hiperpresidencialismo de Montecristi, una inconsistencia que debería ser subsanada poniendo a todos los cargos detrás de los dos tercios, para mayor calma del país.