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César Febres-Cordero: La conciencia de vacaciones

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Debo confesar que cada vez encuentro menos adecuada la palabra normal en este país

La semana pasada, la ‘nueva Asamblea’ nos dio razones para creer que son más de lo mismo, o peor. Cuando el juez Luis Rivera, mencionado en el caso Metástasis, remitió al Legislativo una solicitud para que autorice el enjuiciamiento de Jorge Glas, ellos solo debían responder como ya lo habían hecho en dos ocasiones anteriores, y mediante simple resolución declararse incompetentes.

Entre los autoproclamados enemigos de la impunidad en el oficialismo y La 6, más los vástagos de Villavicencio, el asunto debió haberse resuelto sin más que una rápida votación. Después de todo, no hay ningún pacto espurio ni nada que esconder en la Asamblea ratificada, con sus mayorías fáciles y sus comunicados explicativos.

No fue así. Ni bien recibieron el pedido, las bancadas no correístas empezaron a revolotear en pánico, incapaces de organizar una respuesta común a un asunto con una solución heredada. Por ahí dijeron que votarían para dar paso, por allá que no se presentarían para no prestar legitimidad a un fraude constitucional.

Pero el colmo fue la reacción del presidente Henry Kronfle, quien denunció lo que iba a pasar como una ilegalidad, y en vez de enfrentarse con dignidad a tal ultraje prefirió irse de vacaciones. Su excusa: no podía oponerse a la mayoría. ¿Cuál mayoría? Él mismo había dicho que la alianza que lo sentó en su alta curul es un tema puntual para pasar leyes. ¿Qué tiene que ver Jorge Glas con eso? ¿O acaso Glas se ha hecho nuevos amigos fuera de la RC?

Ya durante la sesión, Vicente Taiano, en fingido tono solemne, declaró que esta nunca debió haber sido convocada. Si la indignación de Taiano hubiera sido sincera o el liderazgo de Kronfle valiente, el PSC se hubiera puesto de acuerdo con el resto de los afirmativos y ausentes y, presionando a un par más de compañeros, le hubieran negado el ‘quorum’ al correísmo.

Al final, el PSC se justificó con argumentos jurídicos de esos que solo se le pueden extraer a la ley bajo tortura, en espera de lo que quizá ya sabían que iba a pasar. El juez Rivera desistió y el proceso sigue, por ahora, su curso normal. Debo confesar que cada vez encuentro menos adecuada la palabra normal en este país.