César Febres-Cordero | El curioso gabinete de Mr. Trump (I)
Trump intentará someter a las facciones en disputa y concentrarlas en causas comunes
Mientras los demócratas lamen sus heridas y le echan la culpa desde a Dios y hasta a las minorías por su derrota, los republicanos peregrinan a la corte de Mar-a-Lago en búsqueda de un asiento en la mesa del presidente electo y emiten dicterios sobre lo que se aproxima. Trump mismo ya empezó a repartir cargos entre sus fieles. Pero ante ese desfile triunfal de secretarios y asesores nominados, los más alarmados son los vencedores republicanos y no los demócratas vencidos, porque la victoria y el reparto del poder les ha recordado que a lo único que odian más que a los liberales es a sus propios colegas conservadores.
Dentro del Grand Old Party hay intervencionistas que piden la guerra contra Irán y el apoyo irrestricto a Ucrania y a Taiwán, como también hay quienes siguen la línea aislacionista del propio Trump y esperan que él los reconcilie con la sagrada Rusia, a la que admiran por blanca, masculina y cosméticamente cristiana, y que los deslinde de cualquier conflicto bélico. Al mismo tiempo, entre los segundos hay quienes esperan que Trump declare una guerra distinta, podríamos decir hasta fantasiosa, contra los carteles en México, sin descartar incluso el inicio de operaciones militares más allá de la frontera sur, con o sin el consentimiento del gobierno mexicano.
Trump, decidido a premiar la lealtad sobre cualquier estándar ideológico (del cual él probablemente carece), ha visto a las facciones de su partido como si fueran preguntas en un cuestionario y soberanamente ha marcado “todas las anteriores”. A los aislacionistas les ha prometido las carteras de Defensa e Inteligencia en las figuras de Tulsi Gabbard, favorita del Kremlin, y Peter Hegseth; mientras que a sus enemigos neoconservadores les ha ofrecido el Departamento de Estado y la asesoría principal de Seguridad Nacional con Marco Rubio y Mike Waltz, enemigos de China y Rusia, a la cabeza.
Trump intentará someter a las facciones en disputa y concentrarlas en causas comunes como la migración, la explotación de combustibles fósiles y el control de las cortes. Durante años ha podido salirse con la suya, pero queda por verse si esta vez finalmente excede su mano.