César Febres-Cordero: Decisión minúscula en un mundo deshecho

Nosotros, un país exportador y dolarizado, no podremos salir ilesos de estos cuatro años tortuosos
Un estado de tensión se extiende por el país. La economía está en ascuas y el asco se ha perdido. Los políticos se arrastran por el barro, como es usual, pero esta vez no se percibe en ellos la típica algarabía que exhiben cuando se sienten ganadores y se ponen nombrar funcionarios y anunciar persecuciones de forma anticipada. Las encuestadoras, medio avergonzadas por el fracaso de sus pronósticos y medio preocupadas por lo que se dice será un resultado apretado, casi que han enmudecido. Sería el tiempo preciso (¿y, sinceramente, cuándo no lo es?) para ponderar el estado crítico en el que se encuentra nuestra democracia, que nunca ha vivido más que a medio pulmón y con la sangre envenenada, si no fuera porque allá afuera en el mundo civilizado se ha muerto algo mucho más importante.
Cuando Donald Trump asumió por primera vez la presidencia, muchos se adelantaron a proclamar el fin del orden liberal definido por el libre comercio, el multilateralismo, la paz democrática y una postura inconsistente de intolerancia frente a las dictaduras. Pero Trump ya había heredado un sistema en decadencia. Su victoria se la debía en parte al resentimiento de los trabajadores del primer mundo que sufrieron por el traslado de muchas de las industrias manufactureras hacia el tercer mundo. Sus predecesores tenían un amplio historial de desavenencias con las Naciones Unidas (Cuba, Irak y la OMC se vienen a la mente) y la Corte Penal Internacional. Y, encima de todo, los Estados Unidos ya cargaban con un amplio prontuario de amistades con dictadores e intervenciones en contra de gobiernos democráticos.
El Trump que ha vuelto es fundamentalmente otro. Cruzó la línea de lo previamente imaginable con el desconocimiento de la elección del 2020 y la toma del Capitolio, se enfrentó a una pila de cargos y sentencias y salió prácticamente ileso, pero transformado. Este Trump es el que hoy está dinamitando los lazos de dependencia monetaria, comercial y militar que unían al mundo con los Estados Unidos. Nosotros, un país exportador y dolarizado, no podremos salir ilesos de estos cuatro años tortuosos.
Gane quien gane el domingo, no estamos preparados.