César Febres-Cordero: De fantasías latinas y relajos gringos
Nuestros líderes callan o mandan trinos ante la llegada de migrantes deportados
Hay caos en Washington por las decisiones erráticas de Trump y pánico en Wall Street por las sorpresas de la industria tecnológica china, pero mientras medio mundo se prepara para crisis diplomáticas y guerras tarifarias, las mentes de muchos de nuestros presidentes ignoran el panorama actual y se pierden divagando, poseídas por los fantasmas de la Guerra Fría. Con sus ojos posados sobre Washington y Pekín, buscan salidas milagrosas para las trampas del subdesarrollo y tantos problemas históricos. Que ya empieza el siglo chino que acabará con la dominación y la extracción occidental. Que ya vienen los marines a derrocar a los corruptos y a someter a los narcos. Que ya llega la inversión de aquí o allá. Y así.
Aquisito nomás nos han hablado de bases estadounidenses que los mismos norteamericanos dicen que no quieren, de inmensos paquetes de inversión o tratados de libre comercio que nunca se concretan, de extradiciones que no solicitan, de ayuda en materia de seguridad que viene en partecitas y que el mismo secretario de Estado, un latino, advierte que no será en forma de dinero, el cual acá siempre hace falta.
Ese secretario de Estado, Marco Rubio, últimamente ha sido objeto de tantas ilusiones como el mismísimo Trump. Burbujitas de ensueño que han de reventar en algunas cabezas cuando se enteren de cómo la extensión del estatus TPS para los migrantes venezolanos, una causa que Rubio ha abanderado por años, ha sido revertida por la secretaria Kristi Noem. A lo mejor ella reculará pronto, como Trump ya hizo con el congelamiento de la ayuda federal al interior de los Estados Unidos. O, tal vez, Rubio intervenga de forma exitosa, si es que encuentra tiempo mientras extiende excepciones a la pausa de la entrega de ayuda a países y organizaciones del extranjero.
Ya lo veremos. Mientras tanto, nuestros líderes callan o mandan trinos ante la llegada de migrantes deportados, esposados y sometidos a condiciones deplorables, injuriados por Trump, que los llamó capos y asesinos. Quizá la única excepción ha sido la táctica discreción de Lula en Brasil, que ha elevado sus protestas sin llevarse el zarpazo mediático que ha recibido Petro.