César Febres-Cordero | El Hiperpresidencialismo y el Veto
Es evidente que con esta reforma no se ha acabado el hiperpresidencialismo
Desde el 2008 se dice que vivimos bajo el hiperpresidencialismo. Sin embargo, en países como el nuestro muchas veces los poderes presidenciales exceden su control real de la situación, sobre todo cuando pierden el apoyo de las coaliciones legislativas. Como señala Gretchen Helmke en su libro Institutions on the Edge, es dentro del espacio de esa disparidad donde surgen los impasses entre ejecutivo y legislativo que se tornan en crisis.
En el Ecuador, el presidente cuenta con la reserva de la iniciativa tributaria, con amplios poderes para vetar legislación y para aprobar el presupuesto, y hasta se cree que puede gobernar en solitario. Frecuentemente eso último pasa y los políticos alienados se ven tentados a derrocar a ese presidente intransigente para hacerse con su poder.
Hace pocos días, la Asamblea decidió reducir los poderes del presidente, enmendando el artículo 138 de la Constitución que contempla la figura del veto. Esta enmienda reduce a una mayoría absoluta el número de votos necesarios para que el pleno se ratifique frente a un veto parcial, curiosamente dejando en dos tercios el umbral de votos para rechazar un veto total.
¿Qué tan debilitado queda el ejecutivo? Poco, si nos comparamos con otros países. En Colombia, Perú y Brasil solo se requiere de una mayoría absoluta para superar un veto. En algunos países, como Guatemala y Honduras, el veto parcial ni siquiera está contemplado. En otros no existen ni una vía especial para objetar constitucionalmente un proyecto ni el poder de sustituir o añadir partes al texto original, tampoco el veto total con un efecto suspensivo de un año.
Es evidente que con esta reforma no se ha acabado el hiperpresidencialismo ni tampoco ha nacido una “dictadura parlamentaria”. El Gobierno podría simplemente aplicar el veto total a diestra y siniestra y esperar a contar con una mayoría propia el próximo año. De hecho, esa ha sido su advertencia.
Ya veremos si los políticos que aprobaron esta enmienda no lo lamentarán el día en que ellos o sus amigos estén en Carondelet, así como algunos se pusieron a extrañar al mismo método D’Hondt que maldecían cuando Correa contaba con una supermayoría.