César Febres-Cordero | Oloncito: su propio Mar-a-Lago
No podemos ignorar la repuesta de la ministra Palencia, que se asombra por escuchar voces extranjeras entre los manifestante
A la sombra de un santuario mariano hay un tramo de costa que es un Ecuador en miniatura. Hasta hace poco, la tragedia de este balneario era la experiencia nacional: un abismo de desigualdad, la apatía de ciertos ricos que no buscan socios sino servidumbre, la desidia de los dirigentes que viven de repartos de tierras y prebendas, y la casi total ausencia del Estado. En vista de los hechos recientes, mejor sería que el poder del Estado nunca se hubiera asomado.
Olón ahora es también un caso de estudio sobre el poder. Un presidente que veranea en ese pueblo, que al comenzar su carrera política se declaró peninsular, decide desde antes de ganar el poder que va a montar un proyecto inmobiliario. No lo quiere hacer junto a su mansión apartada de todo y de todos, prefiere desarrollarlo en un esterillo bordeado de mangles, que se escurre entre las casas que dibujan el límite del pueblo. Su esposa es la principal accionista. La gerente ha resultado ser directora del emprendimiento electoral cuyas siglas forman un anagrama de las iniciales de su jefe. Su amigo consultor que hizo el estudio terminó de superministro, y su otra amiga terminó de ministra para darle el visto bueno. Ahora la gente que protesta se ve careada por los policías de la ministra del Interior, que en 2022 prestó servicios a la empresa involucrada.
Lo primero que esta mescolanza nos enseña es que este Gobierno repite un error del anterior: ha llenado a su proyecto político y a su gabinete de empleados y amigos. Lo segundo es que este Nuevo Ecuador es el mismo que el viejo, donde el interés particular prima sobre el general. No hay ni que invocar la ley o los registros para objetar la decisión de “reconformar” el cauce del esterillo y comerse su bosquecito, basta con apelar a la responsabilidad moral de los gobernantes de separarse de sus negocios mientras tengan el poder de favorecerlos.
No podemos ignorar la repuesta de la ministra Palencia, que se asombra por escuchar voces extranjeras entre los manifestantes. Se olvida de que ella misma fue extranjera hasta hace poco y que, en el sentido más importante, ya era una ecuatoriana desde mucho antes de recibir su naturalización.