César Febres-Cordero: Pidamos una campaña pesimista
Necesitamos una campaña pesimista, y que de ella salga un gobierno consumido por la gravedad de las circunstancias
Cuando fuimos a votar el año pasado, la situación del país no era muy distinta a la de ahora. La economía se arrastraba con bajos niveles de crecimiento, las estructuras criminales mataban a quien quisieran y donde quisieran, llegando a asesinar a un candidato en plena campaña. La confianza en las instituciones del Estado estaba, con razones de sobra, por los suelos.
Pero los candidatos competían confiados en ofrecernos la solución más sencilla para todos los males de la República. Uno y otro nos garantizaba que trayendo las reservas internacionales y cobrando las deudas con el SRI, siempre sin explicar bien cómo, ya no faltaría la plata. Alguno le sumaba su versión de la fórmula bukeliana de que “el dinero alcanza cuando nadie roba” y listo, se acabó la debacle financiera del país. Ya con plata podían hacerlo todo: volver a hacer obra pública, rescatar al IESS y derrotar a las mafias. Y todo eso sin tocar el Yasuní.
Desde entonces, a la larga lista de nuestras desgracias hemos sumado apagones, una serie de casos que han puesto de cabeza al sistema de justicia y más de las mismas controversias en torno a cada concurso de designación y juicio político.
La situación se torna inviable y a momentos el mejor argumento en el Gobierno es decir que heredaron un desastre, lo que es cierto, pero parece que nunca se toman las cosas tan en serio hasta que estallan en sus caras. Luego vuelve a llover o se calma alguna provincia, y otra vez proclaman que este es el nuevo país, que el presidente ya lo resolvió.
El país no puede tolerar más de esto. Necesitamos una campaña pesimista, y que de ella salga un gobierno consumido por la gravedad de las circunstancias, y que eso se refleje en su gestión y en su comunicación. Un gobierno que si declara la guerra, bien o mal, pretenda que está librando una y que le diga al país que gobernará acorde a todas las limitaciones y sacrificios que un conflicto impone sobre una sociedad.
Todavía el presidente-candidato y sus contrincantes están posicionando sus campañas. Hagámosle saber que hasta en su oficio la utilidad de la mentira tiene un límite, y en este país lo cruzamos hace rato.