Premium

César Febres- Cordero: La tentación del asistencialismo

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Eso no significa que no deberíamos estar vigilantes ante las señales de los tiempos

Un año y medio, días más, días menos, es lo que tiene Daniel Noboa para cumplir con sus objetivos. Sabemos que uno de esos es reelegirse y podríamos asumir que coincide con el interés público de que se gobierne en beneficio de los ciudadanos, pero no todo beneficio es óptimo o siquiera adecuado.

 Con ese deseo de reelegirse presto a convertirse en urgencia y en vista de que 18 o 17 meses son muy poco tiempo para ejecutar grandes obras o emprender largas y penosas cruzadas contra el crimen, algunos temen que la gestión de Noboa sea la de una campaña electoral: canastas y brigadas, pero esta vez con dineros públicos.

Con el Estado en manos, el modelo asistencialista puede ser llevado al extremo. Becas suplantando la inversión en infraestructura educativa, bonos inyectando dinero donde el empleo no llega, visitas médicas poniendo curitas en las llagas que un sistema de salud ausente dejó podrir. Un modelo que se le ha imputado, muchas veces con justa razón, a la izquierda, pero que puede servirle a la derecha que busca disminuir el tamaño del Estado a costa de lo privado. En esta versión, la seguridad social, la salud y la educación podrían pasar a manos de los llamados creadores de riqueza, mientras que los más desafortunados recibirían ayuda en forma de trasferencias y dádivas, siempre con la línea gráfica del gobierno.

Así, el Estado necesitaría de menos burocracia y presupuesto, pasando de ser un proveedor de servicios a convertirse en un ente regulador con una organización filantrópica anexa, y encargaría a las fantasmagóricas manos del mercado la erradicación de la pobreza y la satisfacción de necesidades (ojo, olvídense de hablar de derechos). Los que se queden afuera serán visitados por el nuevo hombre político, sin corbata, sin ideología, con la misma vocación de servicio que un influencer y el mismo concepto de solidaridad que un turista de la pobreza.

Por supuesto, este escenario no es más que pura elucubración y las barreras constitucionales son demasiado fuertes como para implementar la reducción del Estado con facilidad. Eso no significa que no deberíamos estar vigilantes ante las señales de los tiempos.