25 de julio de 2023

Guayaquil sangró y el país reconoció que ya no hay poder en la política como la conocíamos
El Ecuador ya no es un país de balsa, que hasta hace poco flotaba neciamente en medio de una eterna tempestad que hasta nos entretenía con sus mismos ruidos. Ahora el Ecuador es avión derribado, que envuelto en llamas va perdiendo partes, sofocándonos más y más en el creciente incendio y cayendo en picada sin ver todavía el suelo donde se va a estrellar.
Un alcalde puede ser asesinado a plena luz del día, como un concejal, una funcionara del IESS o un fiscal, y nunca aparecen los responsables, los interesados en sus muertes, para responder ante la justicia. Se anuncian intervenciones, traslados de reos y capturas de cabecillas, pero nunca parece que hemos herido, ni siquiera rasguñado, a las bandas, excepto cuando el narco sale a decir que el Estado conspira contra ellos y de repente se multiplican los enfrentamientos y atentados. Al final, si alguien sale fortalecido no es más que alguno de los capos, que campantes salen a anunciar sus paces al país.
Ya a finales del año pasado vimos varios de esos anuncios de paz y alianza que nunca alcanzaron a todas las bandas ni llegaron a sentirse en la calle. El de anteayer, aunque menciona a bandas enemigas que protagonizaron la violencia de esta semana, no promete demasiado a un país cada vez más pesimista e incrédulo. Sin embargo, el simple anuncio tiene ya una fuerza terrible que muchos hemos notado.
El 25 de julio del 2023, el presidente constitucional de la República, al que amamos odiar, y el flamante alcalde de Guayaquil, sobre el que se posan las esperanzas de millones, dieron sendos discursos con urgentes mensajes para la ciudad y el país. Y a nadie le importó. Todo el día balaceras, saqueos y los reportes desde la Penitenciaria del Litoral absorbieron la atención de la gente y al final el único mensaje que nos llamó la atención, el que terminó siendo comentado por la prensa y por las redes, fue el mensaje desde la ‘peni’.
El día de Guayaquil y de su patrono, la fecha cívica de rendición de cuentas del poder político, Guayaquil sangró y el país reconoció que ya no hay poder en la política como la conocíamos.
Santiago, que conociste el martirio, ruega por nosotros.